“Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17)
Ésta es otra fuente inagotable de poder para combatir los pensamientos inicuos inspirados por satanás. Es bueno recordar que, por el hecho de que los malos pensamientos vengan a la mente del cristiano, no significa que automáticamente se esté pecando, pero es importante que estos pensamientos sean inmediatamente reprendidos a través del fuego de la oración.
La oración incesante es el permanente ejercicio de la mente en sintonía con Dios a través de la expresión del alma. Es la conversación de lo íntimo con Aquél que ve y oye en secreto la súplica de Su hijo.
La oración puede ser silenciosa o en palabras. La oración silenciosa no siempre surte el mismo efecto que la oración hablada. En la oración hablada, aunque sea muy bajo, y casi no se pueda escuchar para las otras personas, hay una dirección en los pensamientos. Por ejemplo: cuando digo playa, inmediatamente obligo a mi mente a pensar en el sol caliente, en las olas…, todo lo que me recuerda un saludable baño de mar.
Cuando digo Jesús, entonces mi mente me hace pensar en algo referente al Señor Jesús: Su nacimiento, Su ministerio, Sus milagros, Su muerte y resurrección… A partir del momento en que hablo o expreso con mis labios mis problemas, mis necesidades y mis alabanzas al Señor, entonces, paso a dirigir o controlar mis pensamientos hacia aquello que realmente quiero en relación a Dios. Pero esto, no siempre sucede cuando tengo que orar silenciosamente, porque los pensamientos que dirijo a Dios, muchas veces se desvían, tomando otros en su lugar. No es fácil controlar los pensamientos cuando se desea orar en silencio.
Continuará…
Libro: El Discípulo del Espíritu Santo.
Autor: Obispo Edir Macedo