El corazón del hombre es el centro de sus sentimientos, de sus emociones y de su conciencia, por esta razón todo el cuidado que se tenga con él, será siempre mínimo.
Las personas se han entregado sin restricciones a los frutos de las emociones que brotan en el corazón de aquellos que componen música, pintan, hacen teatro, cine, y hasta incluso en el deporte, como en el caso del fútbol; en fin, todo aquello que actúa en los sentimientos del ser humano.
La sensibilidad del alma, es un don gratuito de Dios, para que Su criatura pueda usar todo su potencial de sentimientos y emociones para reconocerlo como Señor Todopoderoso de los cielos y de la tierra, y entonces glorificarlo, exaltarlo y magnificarlo de todo corazón.
Los sentimientos o las emociones tienen el poder de controlar y dirigir toda la vida del ser humano, también tienen la capacidad de que las personas vivan permanentemente en la ilusión o en la realidad y ciertamente produciendo sus frutos, sea para la muerte eterna o sea para la vida eterna, dependiendo del tipo de emoción por la que el hombre se deje llevar.
El diablo ha usado las emociones para hacer que los cristianos pierdan su salvación a través de las concupiscencias de este mundo. Estos a su vez, no han dado la debida atención al cuidado que deben tener con sus corazones en cuanto a las pasiones; debido a esto, el Espíritu Santo nos habla a través de Juan:
“No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:15-17)
El diablo ha “absorbido la mente” de las personas para que tengan un comportamiento contrario a la voluntad de Dios. Para que tenga una idea una gran parte, por no decir la gran mayoría de las personas que están en el mundo del arte, que juegan con las emociones y sentimientos de terceros, se han inspirado en las drogas y en el alcohol. Además, son personas divorciadas, homosexuales, lesbianas, prostitutas; en fin, viven en un mundo totalmente contrario al Reino de Dios, pero a través de sus artes diabólicamente influencian a aquellos que desean vivir en comunión con Dios.
El resultado de todo eso, es que los hogares han sido destruidos y transformados de tal manera que la sociedad vive en un verdadero infierno. Las consultas de los psicoanalistas, psiquiatras y analistas, están llenas de personas emocionalmente desequilibradas.
Los sanatorios y clínicas de recuperación no saben más lo que hacer con tanta gente, y con eso, los espíritus diabólicos van ganando cada vez más puntos en la destrucción de la humanidad, usando los medios de comunicación, que incluye, televisión, películas, literatura, emisoras de radio y todo lo demás que estimula la emoción en el corazón, vía audiovisual.
El Espíritu de Dios trabaja con las emociones reales, los sentimientos verdaderos, aquellos que producen beneficios eternos, a partir del momento en que las personas tienen un encuentro real con Él. Hay una vida nueva en su ser, que incluye el abandono de los vicios, una conducta ejemplar, un nuevo carácter y sobretodo, la convivencia permanente de la criatura con el Supremo Creador.
Guardar el corazón contra todo mal, significa controlar los sentimientos y las emociones. Es preciso no dejarse llevar por el engaño de la ilusión que el diablo siempre nos propone a través de las innumerables cosas de este mundo que ocupan nuestro pensamiento y “que son muy agradables a los ojos.”
Continuará…
Libro: El Discípulo del Espíritu Santo.
Autor: Obispo Edir Macedo