En qué se debe pensar o hablar (Parte 8)

Si la persona siente que su relación con Dios no es satisfactoria, es porque su corazón está aprisionado por alguna corriente maligna. Entonces debe orar al Señor, pidiéndole el milagro de la transformación de su corazón. Ese deseo sincero obligará al Espíritu de Dios a actuar y liberar totalmente el lugar de encuentro de ella con Dios. Es lo que el rey David hizo, diciendo:

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio…” (Salmos 51:10)

Porque él, sabía que el secreto de su vida con Dios, estaba dentro de su corazón.

Nuestro corazón es probado por Dios continuamente, y es en él que el Señor Dios analiza la vida de su verdadero siervo, y así, Él realiza Sus grandes hechos o no, dependiendo del siervo que Él tiene.

“Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo.” (2 Crónicas 16:9)

Alguien que aspira a servir al Espíritu Santo de todo el corazón, de toda el alma y con todas sus fuerzas, tiene que estar preparado para vaciarse de sí mismo; es necesario aislar toda y cualquier idea que lo haga dependiente de las cosas de este mundo. Es preciso retirar del corazón, no permitiendo que pase ni siquiera por el pensamiento, el deseo de algún día poseer cualquier bien material.

Cuando el Señor Jesús, envió a los doce apóstoles, Él les dio las siguientes instrucciones:

“Y cuando vayáis, predicad diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni de plata, ni de cobre para llevar en vuestro cintos, ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de sandalias, ni de bordón; porque el obrero es digno de su sostén.” (Mateo 10:7-10)

“…Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?… Pero buscad primeramente su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástale a cada día sus propios problemas.” (Mateo 6:25, 33,34)

Si el cristiano quiere realmente colocarse a la disposición del Espíritu Santo, como un instrumento de Su voluntad, y no está dispuesto a pagar el precio del sacrificio de su propia vida en el altar de Dios, es mejor renunciar a servir a Dios como discípulo y procurar sustentar con sus bienes a aquellos que están dispuestos.

Continuará…

Libro: El Discípulo del Espíritu Santo.

Autor: Obispo Edir Macedo

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