Antes de que lea este artículo, necesito que entienda algo muy importante sobre las disposiciones espirituales. Toda disposición que tenemos hacia lo espiritual proviene del propio Espíritu de Dios. Por ejemplo, cuando oramos, estamos usando la disposición de orar, igual que cuando meditamos en Su Palabra, ayunamos, perdonamos, y oramos por aquellos que nos persiguen. Todas estas disposiciones espirituales vienen del propio Espíritu de Dios.
Entonces, al entender la disposición espiritual, comprendemos que fue Él quien nos llevó a asistir a la iglesia. Entienda que usted no está asistiendo a la iglesia por casualidad, ni siquiera está leyendo este artículo por accidente; fue traído aquí por el Espíritu Santo.
Tal vez se esté preguntando, “¿Para qué?”
En primer lugar, ¿cree usted que el Espíritu Santo lo trajo a la iglesia solo para que sienta una emoción o para resolver sus problemas, cualesquiera que sean?
No, eso es muy poco. Es sorprendente, pero para Él, los problemas familiares, emocionales, físicos y financieros son menores. El problema más importante es el del alma. Sin resolver esto, nuestras conquistas son insignificantes. Hay muchas personas que piensan que han solucionado lo del alma porque han conquistado a través de la fe. Pero no. Lo que uno ha conquistado son solo los resultados de la fe y no el fruto de la fe, que es la salvación del alma. Cuando una persona realmente desea la experiencia de la salvación y se somete al Nuevo Nacimiento, consecuentemente obtiene el bautismo con el Espíritu Santo, y cuando esto sucede, nunca más será derrotada. Sin embargo, esto no significa que la persona bautizada con el Espíritu Santo no enfrentará problemas, luchas, pruebas, tribulaciones, persecuciones e injusticias. Todo lo vencemos cuando estamos en Él. Porque está escrito en Romanos 8:31-39 que nada nos puede separar del amor de Dios que está en Cristo Jesús.
Pero la pregunta clave que debería reflexionar es: “¿Será que usted ha resuelto el problema de su alma?”
El Espíritu Santo lo ha traído aquí, a este momento, para que usted tome la decisión y resuelva. Pero usted tiene que querer y darse cuenta de que este problema tiene que ser resuelto.
¿Y cómo puede uno saber si este problema del alma todavía existe, y si existe en su vida?
El Espíritu Santo, a través del Apóstol Pablo, nos guía así: “Examínense…” (2 Corintios 13:5). Para comenzar, según la Palabra, no sirve que nadie lo examine o que uno intente resolverlo con la evaluación de alguien más. La responsabilidad, o mejor dicho, el deber de uno es examinarse, porque la salvación o la perdición es personal. La salvación no depende de nadie; la responsabilidad de la salvación es exclusivamente personal y depende de nuestro deseo.
Continúa: “Examínense para saber si su fe es genuina…” (2 Corintios 13:5 NTV). En otras versiones de la Palabra también dice, “Examínense para ver si están en la fe…” (2 Corintios 13:5 NVI). Una costumbre que tenemos en la iglesia es que cuando uno saluda con un “Hola, ¿qué tal?”, la otra persona normalmente responde, “En la fe”. ¿Por qué menciono esta costumbre? Porque muchas personas que conocemos nos respondieron “En la fe” y hoy están caídas. Esta persona pasó por la iglesia, se sentó donde usted se sienta, pero hoy se encuentra apartada e infeliz. Esta persona le contestaba “en la fe” o “estoy en la fe” y también aparentemente demostraba fe, o teóricamente la poseía.
Pero, ¿por qué esa fe no pudo sustentar?
Porque en la hora de la prueba, lucha, tentación, persecución, injusticia, calumnia, necesidad, dificultad, enfermedad (la lista de problemas puede ser más grande), pero no tuvieron fe ante el problema. Sin embargo, se debe entender que es imposible que uno no pase por problemas o dificultades. Desafortunadamente, nosotros pasaremos por momentos difíciles, pero tenemos que tener fe que Él está con nosotros y que todo va a estar bien. Tenemos que saber cómo reaccionar con la fe ante las situaciones. Pero, la fe de la Palabra.
La Palabra sigue así: “…pruébense a sí mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes? ¡A menos que fracasen en la prueba!” (2 Corintios 13:5 NVI).
¿Qué significa estar en la fe?
Para entender la fe que uno debería vivir, primero tenemos que entender sobre la fe útil y la fe inútil.
¿Qué es la fe útil?
Es la fe de la salvación. Es la fe que nos mantiene firmes. Es la fe que nos hace permanecer. Es la fe que nos da paciencia en la tribulación. Es la fe que en la tribulación produce paciencia y perseverancia. Esa es la fe que el Espíritu Santo nos está mandando, orientando a que nos examinemos para ver si estamos en ella. Es la fe que produce los frutos del Espíritu: perseverancia, bondad, fidelidad, benignidad, paciencia, dominio propio. Es la fe que produce lo que viene del Espíritu Santo, porque es del Espíritu Santo.
Pero, ¿cuál es la fe inútil?
Es la fe de la bendición, la cual solo usan para conquistar las bendiciones. Por esta razón, muchos de los que dicen que están en la fe caen. Porque cuando se encuentran en problemas o situaciones, así como fue mencionado anteriormente, ellos empiezan a vacilar, se debilitan y se desvanecen. Para aclarar, la fe inútil es la fe de las bendiciones que se mezcla con creer que uno es salvo por ella. Pero, eso no es el caso con la fe de la salvación, que es la útil.
Le quiero dar unos ejemplos más para que se entienda dónde se ve la fe inútil. Primero, hay obispos y pastores que creen que, porque ellos bendicen o liberan a una persona, ellos son de Dios. Ellos piensan que, porque pudieron reprender a un demonio, eso significa ser de Dios, y no lo es. Igualmente, las personas que piensan que, porque Dios las salvó de un cáncer o enfermedad terminal, ellas son de Dios. Pero estos dos ejemplos nunca se preocupan por tener los frutos de Dios o vivir la fe.
¿Dónde está un ejemplo igual en la Palabra?
(Lucas 17:11-19) Los diez leprosos: solo uno regresó después de ser curado. La Palabra dice: “Jesús, dijo: ¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve…” (Lucas 17:17). Los nueve que no regresaron tuvieron una experiencia con esta fe inútil, gloriosa.
Pero, ¿por qué es fe inútil?
Porque no provocó lo principal, la salvación del alma. Fueron curados de manera extraordinaria de la lepra, y se fueron. Solo uno volvió para glorificar a Dios y para seguir y servir al Señor Jesús, seguir y servir a los propósitos de Dios. Porque Él nos da la fe, Él nos da el espíritu de la fe, que es el Espíritu Santo, con ese propósito: servir a los propósitos de Él.
La fe mezclada con la duda es la fe inútil.
Si reflexionamos en la Palabra cuando el apóstol Pedro a través de la fe caminó sobre las aguas y después se hundió (Mateo 14:22-33), nos damos cuenta que su fe no lo sustentó porque era una fe mezclada con duda, e inútil. La fe que él tenía en ese momento se considera inútil porque el problema, que era la tormenta o el viento que él miraba, hizo que se hundiera.
La fe inútil no es sustentable y es dictatorial. En otras palabras, la fe inútil trata de decirle a Dios lo que tiene que hacer, y cuando Dios no lo hace, uno queda reclamando, murmurando y lamentando. Es en estas acciones que se crea la duda y uno se queda preguntando, “¿por qué Dios no respondió?” En ese momento de duda es cuando uno se hunde de la misma manera que el apóstol Pedro.
Uno quiere amarrar al diablo, pero no puede porque ni siquiera puede amarrarse a sí mismo. Uno tiene que amarrar su voluntad para seguir la de Dios, esta es la única manera de vivir en la fe.
Pero no malinterprete, Dios no impone Su voluntad, uno tiene la decisión.
Para regresar a la pregunta que hizo la Palabra, “…¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes?…” (2 Corintios 13:5 NVI).
Es ahí donde están las preguntas claves para reflexionar:
- ¿Será que usted tiene certeza de que el Señor Jesús está en usted?
- ¿Usted tiene certeza de su nuevo nacimiento?
- ¿Usted tiene certeza de que su experiencia con el Señor Jesús fue real?
- ¿Usted tiene certeza de que su fe fue provocada por la Palabra de Él?
Hubo un día en que usted oyó la Palabra de Redención y Salvación y se dio cuenta de que sus pecados serían perdonados a causa del sacrificio que el Señor Jesús hizo. Pero, entienda algo: cuando uno está en el Señor Jesús, su ser y conciencia son purificados y transformados por el precio que Él pagó por nosotros. Es allí donde uno se da cuenta de que uno era un miserable pecador y que necesitaba perdón. Es en ese punto que uno también se dio cuenta de que estaba perdido y que necesitaba la Salvación y ser transformado.
Pero es cuando uno toma la decisión de oír la Palabra cuando uno razona que quiere cambiar para tener un encuentro con el Señor Jesús.
Todo lo de Él requiere certeza.
Dios le Bendiga.