Antes de leer este artículo, por favor reflexione sobre esta pregunta: ¿Será que uno tiene su casa limpia y organizada?
Todos los días, o cuando nos encontramos en problemas graves, le pedimos a Dios una bendición para que nos saque de esa situación. Y cuando esto sucede, el Señor nos responde y nos da la victoria sobre el problema.
Sin embargo, muchos, después de recibir la victoria, no le dan crédito a Dios. En otras palabras, se dejan llevar por el orgullo, como si la victoria hubiera sido solo por su propio mérito. No testifican sobre Su poder en sus vidas. Esto fue lo que le ocurrió a Ezequías.


La Palabra nos revela así: “En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías, hijo de Amoz, y le dijo: Así dice el Señor: «Pon tu casa en orden, porque morirás y no vivirás” (Isaías 38:1).


Debemos tener cuidado con el orgullo.
Satanás, antes de convertirse en el diablo, era un ángel de luz. Sin embargo, su problema fue que quiso ser igual a Dios y tener Su poder. No le interesaba tener el carácter de Dios, ni quiso santificarse o ser santo. Lo único que le importaba a Satanás era ser poderoso.

Es ahí donde debemos reflexionar: ¿Cuántas personas, inconscientemente, se están entregando al orgullo en este momento? O mejor dicho, ¿cuántas veces, al decidir hacer las cosas a su modo, han despreciado la voluntad de Dios por hacer su propia voluntad?


El orgullo es uno de los peores males que existen. No es solo un mal sentimiento, un mal deseo, una mala costumbre o un mal hábito; es un espíritu maligno. Cuando alguien está dominado por el orgullo, es porque su vida está controlada por un espíritu de maldad.

A muchos les cuesta reconocer su orgullo porque no quieren humillarse. Prefieren someterse a su propia voluntad y aunque reciban orientación, su orgullo no les permite reflexionar. El orgullo es como una enfermedad, ya que limita el aprendizaje y ha frenado a muchos.

Cuando Ezequías cayó enfermo, se vio limitado. Muchos, cuando enferman, también se limitan, porque la enfermedad, sea cual sea, tiene ese efecto: restringe a la persona. Puede llegar a dominar la vida de alguien con muchas limitaciones, dependiendo de su gravedad.


En el caso de Ezequías, él tenía el poder de un rey para mandar a buscar a cualquier médico y recibir sanidad. Sin embargo, a pesar de todo esto, recibió una sentencia de muerte cuando el Señor le dijo:
“Pon tu casa en orden, porque morirás y no vivirás” (Isaías 38:1).

¿Qué significa tener la casa sucia?
Muchos, en este momento, limitan su entendimiento y su fe porque no tienen su casa limpia. Y no se trata solo de una casa física, sino de una casa espiritual.
Así como Ezequías, muchos de nosotros tenemos la oportunidad de vivir en plenitud, pero nos limitamos y no acreditamos al Señor.

Pero, ¿qué es lo que mantiene la casa sucia y nos limita?
El orgullo de no darle crédito a Dios.

¿Cómo se acredita al Señor?
Se acredita exaltando Su nombre, honrándolo con la comunión que Él pide, sacrificando nuestra propia voluntad y confiando en Él (tener fe). Esto significa ponerlo en primer lugar en todo lo que hacemos para dar un buen testimonio.
Todos tenemos la decisión de seguir enfermos o ser sanados, de tener una casa limpia o sucia.

¿Qué significa tener una casa sucia?

Significa que no hay comunión con Dios y que uno está enfermo con limitaciones porque ha sido dominado por el orgullo. Se repite, todos tenemos decisiones que tomar, pero si ya no deseas vivir limitado, honra al Señor, ten comunión con Él, sacrifica tu voluntad y ten fe y confianza.
Así, te convertirás en la propia bendición.