La fe entre familia

Antes de que usted lea este artículo, necesita entender que la obra del Espíritu Santo es una vida transformadora para todos aquellos que verdaderamente han nacido de Dios. Esto significa que uno está en un proceso constante de transformación. También significa que habrá momentos de fallas y pecados que uno cometerá. Muchas personas comentan: “¿Cómo es posible que alguien, siendo de Dios, haya cometido un pecado?” Pero cometer errores es natural, ya que somos seres humanos. Aunque uno haya nacido de Dios, seguiremos cometiendo errores. Sin embargo, a Satanás le gusta alimentar este tipo de pensamiento para que uno crea que, si comete errores, no es de Dios. Pero eso no es cierto.

Es por esta razón que la Palabra nos enseña que cuando uno vive por la fe, crece en las promesas de Dios. Una de Sus promesas principales es que cuando nosotros nos equivocamos o pecamos y confesamos este error, la sangre de Jesucristo nos perdona, nos lava, nos limpia y nos purifica de todo pecado. Es por esta razón que la persona que es nacida de Dios nunca permanece caída o postrada ante las situaciones. El Espíritu Santo siempre trata de levantar a uno.

La Palabra dice así: “Cuando llegaron a Capernaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto de dos dracmas y dijeron: ¿No paga vuestro maestro las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y cuando él llegó a casa, Jesús se le anticipó, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes cobran tributos o impuestos los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? Y cuando respondió: De los extraños, Jesús le dijo: Entonces los hijos están exentos” (Mateo 17:24-26). Primero, Jesús se anticipó porque sabía que a Pedro le había quedado duda por la primera pregunta. Él se anticipó para sacar a Pedro de la duda y aclarar lo que Pedro estaba pensando. Segundo, deben entender que no es natural que el hijo del rey pague impuestos. Cuando Jesús mencionó al hijo en el versículo, Él estaba hablando de sí mismo como Hijo de Dios. Para que Él pudiera dar testimonio, obró el milagro que se verá después en el versículo, para que el impuesto fuera pagado. El impuesto no era cualquiera; era del templo, el mismo que se ordenó a Moisés dar en el Libro de Éxodo. El impuesto que se pagaba era para el cuidado y sustento del tabernáculo; del primer templo, que era el tabernáculo que estaba en el desierto. Entonces, teóricamente, no había necesidad que Jesús, siendo quien era, pagara el impuesto.

Pero, el Señor Jesús nos revela más: Sin embargo, para que no los escandalicemos, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga; y cuando le abras la boca hallarás un estáter; tómalo y dáselo por ti y por mí (Mateo 17:27). Cuando uno es sensible a la voz del Espíritu Santo a través de Su Palabra, lo principal que uno entiende a través de nuestra fe es la relación que tenemos con Él. La base de la fe es la relación que uno tiene con Dios. Es cuando uno tiene la conciencia de la fe que no acepta en la vida malas conductas morales o comportamientos espirituales que no están de acuerdo con lo que está escrito y prometido. Es por esta razón que Jesús dijo que “no nos escandalicemos.” Muchos, por ignorancia espiritual, no consiguen entender que la vida de ellos en la fe tiene que dar testimonio por la misma fe que tuvo Jesús, en todos los aspectos. Uno tiene que tener testimonio de salud. Por ejemplo, si ustedes miran a un pastor, no esperan que él esté enfermo o que viva una vida de adulterio, de vicios, en la prostitución, y mucho menos en los pecados morales. Igualmente, si usted conoce a una persona que verdaderamente ha nacido de Dios, uno no espera que esa persona viva dominada por enfermedades o que tenga problemas familiares. Porque Él nos dio la promesa de salvación, que no es una promesa cualquiera ni para ver si sucede; es una promesa que va a suceder. Pero deben entender que esto no es automático; todo depende de nuestra fe y nuestro testimonio. Cuando uno produce buen testimonio en su casa, así como Jesús ordenó, atrae a su familia a la presencia de Dios. La familia de uno será salvada simplemente a través de su oración y su testimonio. A pesar de sus oraciones y buen testimonio, la familia de uno estará observando nuestro comportamiento para ver si realmente uno ha nacido de Dios.

Deben entender que no es solo ser una persona de Dios que se conduce bien moralmente. Tampoco se trata solo de que uno haya dejado las viejas costumbres o los malos hábitos. No es nada de eso; es porque uno vive la fe. Cuando uno vive la fe, está siempre dispuesto y animado, aunque emocionalmente esté derrumbado, no lo demostrará porque es de fe. La persona que vive por la fe no se entrega a sus emociones. Entonces, emocionalmente hablando, no importa la situación o preocupación que uno esté pasando; uno tiene que mantener su fe. Uno reacciona de esta manera porque vive la fe y es lo que está escrito. La Palabra dice: “…el Espíritu entró en mí mientras me hablaba y me puso en pie…” (Ezequiel 2:2). Es decir, nuestra fe nos puso de pie. Por lo tanto, uno no tiene que aceptar estar caído. Pero eso no significa que interiormente no se va a sentir abatido; aun así, uno no debe demostrarlo porque es de fe.

Se repite: uno no debe demostrar lo que siente porque vive por la fe.

Uno tiene que dar buen testimonio, principalmente en su casa. Uno da buen testimonio para no ser una piedra de tropiezo ni ser escandalizado. El significado de escandalizar es cuando uno es una piedra de tropiezo para otros. Por ejemplo, es como la vida económica de uno: no puede ser una vida cualquiera. Uno debe estar en un proceso de prosperidad.

¿Por qué?

Porque uno está en una relación de fidelidad a través de diezmos de fe, ofrendas, de las pruebas y los votos hechos con Dios; son estas cosas las que nos dan la garantía espiritual de tomar posesión de lo que está prometido. Sin embargo, todo depende de cómo reaccionamos.

Quiero que ustedes lean esto con gran detalle para que observen la importancia de nuestras reacciones a través del hijo pródigo. La Palabra de Dios dice así: “Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y danzas. Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: «Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y salvo». Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero respondiendo él, le dijo al padre: «Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado». Y él le dijo: «Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo” (Lucas 15:25-31). Es decir, no era para que él reaccionara de esta manera, porque los bienes fueron divididos; el hijo mayor también recibió los suyos. Pero aquí vemos que el hermano del hijo pródigo caracteriza a la persona religiosa. Él basaba su relación en lo que recibía y no en lo que era. Debemos entender que no era para que el hijo mayor reaccionara de esta manera, y no se está hablando de su significado en su familia. Todo lo que pertenecía a su padre estaba a su disposición, que es el caso de nosotros.

Pero, ¿cómo puede uno aceptar ser hijo de Dios y no vivir una vida que refleje ser hijo de Él?

Ser hijo de Dios no quiere decir que uno no enfrentará dificultades; uno pasará por ellas. Sin embargo, uno debe priorizar su fe en la relación con Él y no en sus necesidades para vencer cualquier problema. El problema mayor que uno puede tener es que aún no ha tenido un verdadero encuentro con el Señor Jesús, porque no crece espiritualmente. La fe de uno no crece porque solo vive enfocado en tratar de resolver sus problemas. La fe de uno no debe estar enfocada en sus necesidades cuando debería estar enfocada en su relación con Jesús. Esto no significa que en algún momento uno no pasará por una necesidad. Por ejemplo, tenemos la promesa de la salvación de la familia. Esto no significa que sucederá de la noche a la mañana; uno tendrá que luchar, perseverar y persistir, y ellos serán salvos. La base de la relación no es lo que uno siente hacia una persona de Dios, es lo que uno cree. Uno tiene que cimentar y fundamentar su relación con Él.

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