“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)
Una de las mayores equivocaciones de la mayoría de las personas es confundir la fe con los sentidos naturales. La fe es la certeza de que Dios va a hacer aquello que prometió en Su palabra a aquellos que creen en ella de todo corazón, mientras que los cinco sentidos, tales como el tacto, olfato, gusto, el oído y la vista, son evidencias naturales de la realidad física de todo ser humano.
Cuando la persona no está viviendo en alianza con Dios o cuando está separada de Él, entonces ella vive sólo de acuerdo con sus sentidos naturales; depende exclusivamente de sus sentidos y sólo cree en ellos. Y lo que proviene de afuera de esto, tiene que estar sujeto a sus sentidos. Por ejemplo: si alguien le dice que es capaz de curar un cáncer, reacciona inmediatamente diciendo: ¡tengo que ver para creer! Está sometiendo la fe a su visión. Esta persona es típicamente natural; vive y anda en la dependencia de sus recursos naturales, y por eso no tiene derecho de exigir ninguna cosa sobrenatural o estar dependiendo de un milagro.
En cambio, la persona que está viviendo en alianza con Dios, aquella que vive dependiendo de las promesas de Dios por la fe, puede usar sus recursos naturales como también sus sentidos, auxiliada por la propia fe, en donde todo se vuelve posible. Sin embargo, ella necesita saber separar el uso de la fe al de sus sentidos naturales, porque estos tienden a neutralizar la fe.
La verdad es, que todo lo que proviene de Dios es por la fe. La fe, la certeza, la convicción vienen de Dios; la duda viene del diablo. Pero, ¿cuáles son los vehículos que el diablo usa para traer la duda? Los sentimientos naturales del ser humano.
El diablo sopla en la mente humana pensamientos que obligan a la persona desprevenida a usar sus sentidos. Por ejemplo: ¡ver para creer! o sentir algo al respecto. Cuando la persona vive por la fe no puede utilizar los recursos naturales para aprobar el recurso sobrenatural que es la fe. Antes, ella tiene que mantener el corazón firme en la certeza de la Palabra de Dios, es decir, no interesa lo que sus ojos están viendo o sus sentidos le están mostrando, sino sólo lo que está determinado en la Palabra eterna. Si los sentidos dicen que el dolor continuo, la fe no le da importancia; si los exámenes dan positivo, la fe, simplemente se ríe de ellos… Realmente, el mundo de la fe es locura para los que se pierden y viceversa.
Cuando el Señor Jesús mandó a los discípulos quitar la piedra del sepulcro de Lázaro, muchos dijeron: ¡Pero, si murió hace cuatro días! Y cuando el Señor dirigió la palabra a Lázaro, él no pudo oír nada…
Sin embargo, ¡para Jesús no era lo que sus ojos veían, sino lo que Su corazón creía! Él tenía la certeza de que la palabra que iba a dirigir a aquel cuerpo muerto, tenía espíritu y le daría vida. Eso es fe.
La Biblia está llena de ejemplos vivos de fe sobrenatural en enfrentamiento con los sentidos naturales. El Señor Jesús vivía en la dependencia de su fe; y cuando estuvo delante de la higuera buscando frutos, al no encontrarlos, la maldijo. Él sabía que la higuera no tenía oídos para oír su palabra, pero aun así le dijo:
“Nunca jamás coma nadie fruto de ti.” (Marcos 11:14)
Continuará…
Libro: El Discípulo del Espíritu Santo.
Autor: Obispo Edir Macedo