La obediencia al Señor

“Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” Colosenses 3:22-24

¡El verdadero siervo obedece! ¡No piensa, ejecuta! El siervo no tiene derecho de sugerir, cambiar ideas o exponer sus razones, porque su condición es solamente la de obedecer. Realmente la condición del siervo parece ser dura e inflexible, pero, no podemos olvidar que fue comprado para servir.

Si observamos el hecho de que toda la responsabilidad, no sólo del servicio de aquel siervo, como también de su propia vida, están en las manos del Señor, entonces podremos ver claramente la posición tranquila del siervo. Aunque el siervo haya sido elegido por el Señor, no está obligado a servirlo. La puerta de entrada para los verdaderos siervos es realmente muy estrecha, pero para la salida de los siervos malos, es ancha y espaciosa.

“Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos los que la hallan.” Mateo 7: 13-14

Cuando el siervo da lo mejor de sí en la tarea que está realizando, él sabe que, en el fondo, su servicio es para el Señor Jesús. Aunque su patrón sea un incrédulo, aun así, debe trabajar como si lo hiciera para el Señor Jesús. De esta forma, su servicio será reconocido y el Señor Jesús será honrado por los incrédulos, pues Él mismo dijo:

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen, a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateos 5:16

 Continuará…

Libro: El Señor y el siervo
Autor: Obispo Edir Macedo

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