Meditando en las Promesas de Dios

Lea este artículo con gran atención. Pero no simplemente lea, sino medite, porque la Palabra requiere meditación. El significado de meditar es pensar profundamente en lo que uno ha leído. Cuando leemos y meditamos en la Palabra, una determinada frase salta de la página para penetrar nuestra mente. Este acto es Dios queriendo hablar con nosotros. El Señor Dios destaca Su Palabra para que entendamos lo que Él quiere comunicar, pero esto solo ocurre cuando meditamos. Muchos tienen fe para orar, y los que oran tienen fe y el entendimiento de que uno está hablando con Dios. Es decir, que en el momento de la oración Él nos está escuchando. Pero cuando uno medita, es para escuchar Su voz.

Es allí donde está la pregunta clave: ¿Será que usted ha escuchado la voz de Dios?

Uno necesita entender que la voz de Dios es poderosa. Por esta razón, es imposible que, al escuchar Su voz, uno siga viviendo una vida que no está de acuerdo con Su voz. Porque la voz de Dios nos orienta, nos guía y nos conduce. La voz de Dios nos muestra cómo debemos actuar y reaccionar para que podamos tomar posesión de las promesas, como las que se van a meditar en este artículo.

La Palabra de Dios dice así: “Vino la palabra del Señor a Jeremías por segunda vez, mientras él estaba aún detenido en el patio de la guardia, diciendo: Así dice el Señor que hizo la tierra, el Señor que la formó para establecerla; el Señor es su nombre” (Jeremías 33:1-2). En el Antiguo Testamento, la gente solo conocía a Dios como Yahvé (la significación de este nombre es: Él es el único Dios) o como Señor. Pero, después, cuando Jesús vino, el nombre de Dios se reveló. El nombre de Dios es Jesús. Continúe: “«Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces»” (Jeremías 33:3). En otras palabras, un ser humano no tiene ninguna condición para vivir o tener acceso. Por ejemplo, en la ocasión de este versículo, el profeta estaba detenido y preso. Sin embargo, la situación o circunstancia no limitaba el poder de Dios, porque no hay ninguna circunstancia, sea cual sea, o situación que pueda limitar el poder de Dios.

Pero, ¿será que usted está viviendo para alcanzar o tomar posesión de las promesas?

Cuando uno no vive por las promesas, se limita a sí mismo.

¿Cuál es la promesa?

La promesa son cosas grandes e inaccesibles. Es decir, la promesa es lo que el humano ve como imposible.

Por ejemplo, ¿cuántas personas se encuentran limitadas por enfermedades?

Hay muchas razones por las cuales uno, como humano, se limita. Muchos están limitados por problemas familiares o sentimentales y continúan fracasando. Incluso, hay personas que están limitadas por su situación financiera; son el tipo de personas que les cuesta hasta pagar la renta o cumplir con sus compromisos.

Pero ahí está la pregunta clave: ¿Por qué está sucediendo esto?

Muchos permiten que sus circunstancias los limiten. Esto sucede porque se entregan a la emoción provocada por el problema o la circunstancia. Cuando uno se entrega a esta emoción, empieza a enfocar su fe solo para resolver problemas. Es decir, uno desenfoca su fe de lo que está prometido. La fe que nos dio el Espíritu Santo no es solo para resolver problemas. Entiendan este detalle: de la misma manera que Dios estaba hablando con Jeremías, Él está hablando con nosotros. En aquel tiempo, Dios hablaba con Jeremías. De igual forma, el Espíritu Santo, mediante el apóstol Pablo, estaba hablando con la Iglesia de Éfeso. Pero hoy, ellos no están aquí y están en la presencia de Dios.

Y hoy, Dios habla con nosotros.

La Palabra de Dios nos promete así: “Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros” (Efesios 3:20). Sin embargo, hay muchos que se permiten ser limitados por lo que necesitan y también por lo que quieren. Al hacer esto, uno limita que la promesa entre en su vida. Entonces, si hay una cosa que nosotros deberíamos despejar es el uso de la fe para solucionar problemas. Uno debe enfocarse en las promesas.

¿Por qué?

Porque según la Palabra, lo que nosotros queremos es insignificante en comparación con lo grande que Dios quiere para nosotros. Muchos ven los problemas insignificantes como algo grande e imposible. Por ejemplo, cuando a uno le dicen que tiene una enfermedad incurable. Pero, es solo incurable para la medicina y los hombres.

Pero nada es incurable para Dios.

 

El problema, sea cual sea, puede parecer imposible de solucionar para uno o para nosotros. Pero para Dios, nada es imposible. Él nos dice que siempre hará más de lo que pedimos o pensamos. Porque lo que Él promete es lo infinito, comenzando por la salvación eterna. Lo más grande de la fe es la salvación de nuestra alma. Porque si fuimos fieles a Él, viviremos para siempre, eternamente, en su presencia. Y cuando estemos con Él, no habrá tristeza, decepción ni desilusión. Uno reinará con Jesucristo por la eternidad. Estar con Él es lo más grande. Sin embargo, hay cosas que en este momento Dios quiere realizar a través de nuestra vida. Pero uno necesita enfocar su fe en las promesas, en lo grande.

 

Usted tiene que dejar lo pequeño y enfocar su fe en lo grande.

 

Así como fue mencionado anteriormente, el Espíritu Santo destaca su Palabra aquí en esta parte del versículo: “…según el poder que obra en nosotros” (Efesios 3:20).

Es allí donde está la otra pregunta clave: ¿Será que el poder del Espíritu Santo o el poder de la fe sobrenatural está operando en usted?

La vida de uno tiene que estar dando testimonio si el poder de Dios está obrando dentro de uno. El poder de la fe sobrenatural no nos hace permanecer estáticos. Muchos que dicen estar en la fe se debilitan cuando enfrentan tentaciones o pruebas, tribulaciones y persecuciones. Este tipo de persona, cuando enfrenta las injusticias, crea conflictos en la mente y el corazón.

Pero, ¿será que el poder que está obrando dentro de usted le ayuda a prevalecer contra los ataques espirituales, así como fueron mencionados?

Porque cuando Él está obrando, actuamos de acuerdo con la palabra de Dios. Cuando este poder está obrando, vivimos en obediencia a los mandamientos. Porque si uno quiere tener acceso o tomar posesión de las promesas, primero tiene que obedecer a los mandamientos. No se está hablando de bendiciones comunes, de la fe natural. Estamos hablando de algo que, humanamente hablando, es imposible. Lo grande es la promesa de Dios.

Que Dios les bendiga a todos.

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