Noche de la Reacción

¿Será que ante las tormentas de la vida nosotros reaccionamos bien?

La vida en general tiene sus subidas y bajadas, mostrándonos que las dificultades pueden surgir de forma inesperada. Por ejemplo, estás jugando con tu amigo el mismo juego de siempre —ya sea fútbol, baloncesto o cualquier otro juego físico— y, de repente, te doblas el tobillo. La reacción natural muchas veces es ir al doctor para verificar si solo fue una torcedura o algo más serio. Pero quizá haya quienes no reaccionan así, y su situación empeora solo por no buscar ayuda.

La fe es muy parecida. Si uno no sabe cómo reaccionar en medio de la dificultad o la lucha —que es la prueba de todo aquel que cree en Él—, entonces corre el riesgo de hundirse, porque no responde con fe. Es a través del apóstol Pedro que aprendemos qué significa reaccionar con fe y qué implica tener poca fe.

La Palabra nos enseña:

 

“Entonces le respondió Pedro y dijo:

—Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

Y él dijo: —Ven.

Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero al ver el viento fuerte tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo: —¡Señor, sálvame!

De inmediato Jesús extendió la mano, lo sostuvo y le dijo: —¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento.”

(Mateo 14:28–32)

Aquí le pasó a Pedro lo que les pasa a muchos en la fe: comenzó bien, pero cuando vio la dificultad, falló y se hundió.

¿En qué exactamente falló?

Él no se enfocó en la voz del Señor. Se distrajo, hizo su propia voluntad y dejó de mirar a Jesús. En ese momento no reaccionó con fe, porque permitió que la tormenta pareciera más grande que el poder de Dios.

Es como el ejemplo del comienzo: uno puede empezar con confianza, pero al sufrir una lesión, decide no acudir al doctor. El problema no fue el doctor, sino la manera en que uno reaccionó.

Aun así, es en esos momentos que muchos aprenden. Tal vez no supieron reaccionar bien al principio, pero cuando cayeron al fondo o se sintieron espiritualmente hundidos, ahí es donde, como Pedro, claman:

“¡Señor, sálvame!”.

Y es en esos momentos críticos que uno descubre la grandeza de la misericordia de Dios. Porque Él no solo calma la tormenta: Él salva, restaura y da paz. Aunque uno haya fallado, nunca es tarde para reaccionar y ser salvo. Pero es necesario reconocer con sinceridad lo que uno ha hecho, reflexionar, arrepentirse y no mirar atrás. Cuando eso ocurre, el Señor extiende Su mano, sostiene, restaura y transforma.

Tenemos que aprender a reaccionar en la fe.

El grupo YPG organiza vigilias especiales donde se abordan temas como este. En estos eventos, los jóvenes reciben palabra de fe, oraciones para ser fortalecidos y, sobre todo, momentos para buscar más de Dios. También hay alabanzas, bailes sanos, y se ofrecen bautismos en agua para aquellos que han decidido dejar el pasado atrás y comenzar de nuevo.

Este evento fue una gran bendición para todos los participantes. ¡Síganos para la próxima que vendrá muy pronto!

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