El suicidio ha sido una epidemia silenciosa en el mundo desde hace bastante tiempo.
Desistir de la vida no ha sido algo visto solo en personas que no creen en Dios o en Su Palabra, sino un hecho presente, inclusive, en el medio evangélico. De vez en cuando, somos sorprendidos incluso por predicadores que se quitan la vida. Discusiones superficiales han ocurrido en torno al tema y algunos llegan a atribuirles el autoexterminio de pastores a los desafíos ministeriales.
Una injusticia más que las personas cometen contra Dios, pues el ministerio nos fue dado como un regalo y no como una carga que nos lleva incluso a perder el deseo de vivir. Cuidar a las ovejas del rebaño de Dios es un privilegio, no la razón de los males e incluso de las enfermedades de Sus siervos.
En diciembre de 2021, fue aprobado, en Suiza, el uso de un equipamiento llamado “cápsula de la muerte”. Es una máquina que posibilita la práctica de la eutanasia, un concepto de suicidio asistido que ya es común en el país. Aunque el tema de la eutanasia sea polémico, muchas naciones —como Canadá, Bélgica, Luxemburgo y Suecia— discuten la posibilidad de también regularizar técnicas que posibiliten “el derecho a morir” de una forma más confortable, tamaña es la proliferación de la desesperación y de la infelicidad en nuestros días.
Vea que la sociedad, de modo general, no ha logrado lidiar con esa calamidad generalizada en países ricos y pobres, entre intelectuales e incultos, hombres y mujeres —¡incluso niños!—. Entonces, viabilizan medios para amenizar los daños causados por la depresión, por el aislamiento, por los vicios, por el uso de medicaciones con serios efectos colaterales y por los intentos de autoexterminio.
Según estudios, para cada caso de suicidio, existen decenas de intentos en marcha. Los números son alarmantes, aunque no todos los casos sean divulgados. Otra constatación es que las personas que fallan en el primer intento de suicidio lo intentan otras veces, en caso de que no encuentren un nuevo sentido para la vida.
En casi todas las ciudades del mundo, los puntos de suicidio son conocidos: puentes, viaductos, terrazas de edificios altos, peñascos y abismos. El suicidio ya se tornó algo tan banalizado que es común que las personas filmen cuerpos dilacerados y que, después, publiquen los videos en internet. En Vitória, capital del estado de Espírito Santo, en Brasil, cuando alguien manifiesta el deseo de tirarse del Tercer Puente, hay personas que detienen el automóvil y gritan para que la persona se mate rápido, solo para evitar el cierre del puente, el embotellamiento y la molestia. Lo mismo sucede en estaciones de subte, donde habitualmente son vistos cuerpos despedazados en las vías.
Por eso, dedico parte de este capítulo a hablar sobre el suicidio, pues todas esas muertes podrían haber sido evitadas si tan solamente las personas se hubieran preocupado por tratar los problemas del alma.
Somos sensibles al dolor de todas las personas que sufren. Tenemos profunda compasión por sus almas, pero de nada sirve lamentarse o sentir compasión por ellas. Es necesario atacar la enfermedad del alma, pues, si el alma está enferma, la persona se sentirá infeliz, fracasada, amargada y débil.
Continuará…
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Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo