Es interesante notar que el ser humano es diariamente convencido por personas, publicidades, programaciones de TV, internet y medios de comunicación para cambiar su alimentación, sus gustos, hábitos y opiniones. Por esa razón, compra lo que no necesita, come lo que no le gusta o no le hace bien, deja de gustarle o no alguien, etc. Por otro lado, esta misma facilidad para dejarse convencer no ocurre cuando se trata de las cosas de Dios. Eso solo muestra que el ser humano es vulnerable a los estímulos externos que recibe, pero, en cuanto a oír al Espíritu Santo, es, la mayoría de las veces, terco y malhumorado.
La Voz del Espíritu de Dios no es alta, no es invasiva y no violenta nuestro libre albedrío. Al contrario, es blanda, firme y constante. A pesar de eso, es fácil sofocar esa Voz con las propuestas del diablo, con las emociones, con los malos amigos, con las redes sociales y con los demás llamados de este mundo. Por eso, no hay pecado más terrible que ser resistente a la Voz del Espíritu Santo; después de todo, la persona deja de oír la Voz del Creador para darle oídos a todo lo que la aleja de Él. Quien lo hace es incrédulo, aunque tenga años de iglesia u ocupe un cargo eclesiástico. Además, se pierde definitivamente porque rechaza esa Voz que llama al arrepentimiento.
No me asusta que el Espíritu Santo no logre convencer al mundo de su pecado, pero sí me asusta ver que el Espíritu Santo no ha logrado convencer a pastores, esposas de pastores, obreros y personas tan conocedoras del Evangelio de que están caminando hacia la muerte eterna debido a su desobediencia a los Mandamientos Divinos. Y lo peor es que lo hacen creyendo que, después de todo, la gracia de Dios los salvará. ¡Eso es muy triste!
Si usted convive con una persona así y ya intentó convencerla de la Verdad, probablemente no obtuvo éxito. ¡Y nunca lo obtendrá! Pero no se enoje por eso, porque ese papel no es suyo, sino del Espíritu Santo. Si ella no ha oído al propio Dios, difícilmente lo oirá a usted. Y si acaso logró hacer que alguien cambiara de opinión, puede estar seguro de que él no se convirtió de hecho, porque fue convencido por un ser humano, y no por Dios. Y el primero que venga con un argumento mejor logrará convencerlo de lo contrario nuevamente.
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