Alianza de Sangre

Antes de leer este artículo, por favor reflexione sobre esta pregunta: ¿Será que usted sabe qué es la verdadera alianza de sangre?

La sangre a la que se refiere la pregunta es la que derramó el Señor Jesús en la cruz. Cuando uno se entrega a Dios, hace una alianza de sangre, o mejor dicho, entra en un pacto de sangre. Pero, para que haya un pacto, debe haber otra sangre.

¿A cuál sangre se está refiriendo?

La sangre a la que se hace referencia aquí es la sangre espiritual de uno. Cuando Él dio Su vida en la cruz para nuestra salvación, no quedó ninguna gota de sangre en Su cuerpo, porque toda la sangre que había en Su cuerpo fue derramada. La Palabra nos enseña así: “Porque todo ser vive por la sangre que está en él, y yo se la he dado a ustedes en el altar para que por medio de ella puedan ustedes pagar el rescate por su vida, pues es la sangre la que paga el rescate por la vida” (Levítico 17:11). Según la Palabra, el Señor Jesús derramó Su todo por nuestro todo. Esto nos da a entender que la vida está en la sangre. Sin embargo, debemos dar nuestro todo para entrar en este pacto, que es la alianza de sangre. Para entrar en la alianza con Él, se debe entregar la vida completa para recibir una vida nueva y plena. Esto es así porque el Señor Jesús dio Su todo por nosotros.

Los próximos versículos que se van a compartir hablarán de la obra que realiza el Señor Jesús cuando uno hace alianza con Él. Es más, esta es la misma obra que Él realiza hoy en día para todos aquellos que hacen una alianza verdadera con Él. La Palabra nos revela lo siguiente: “Y el Señor habló a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes será para vosotros el principio de los meses; será el primer mes del año para vosotros” (Éxodo 12:1-2). En los tiempos antiguos, o mejor dicho, en el calendario de los judíos de aquella época, el nuevo año comenzaba en octubre, pero para nosotros el nuevo año comienza en enero. Sin embargo, la Palabra dice que este versículo se aplica al nuevo año que nosotros consideramos.

¿Por qué el primer mes tenía una gran importancia?

Pero, para cambiar su situación espiritual, uno debe entrar en una alianza de sangre con Dios. Eso significa que uno tiene que poner de su parte y entregar todos sus deseos, sueños, metas y voluntades para tener una experiencia con Él y ver lo que Él tiene planeado para usted.

Cuando hay una entrega verdadera, uno va a querer saber más y conocerlo a Él mejor a través de Su Palabra, no por algo intelectual, sino para alimentar su fe.

Cuando uno no piensa con los pensamientos de Él, la condición de uno es débil porque está pensando con sus sentimientos. Normalmente, cuando uno piensa de esta manera, comete errores porque está pensando con los sentimientos, o mejor dicho, con el corazón.

La Palabra nos enseña que el corazón miente porque nos hace reaccionar con las emociones y los sentimientos. Es decir, cuando uno no conoce los pensamientos de Dios, le será muy fácil aceptar los pensamientos mundanos, y es ahí donde uno es derrotado y viene el fracaso.

Sin embargo, la base de todo es la sangre, o mejor dicho, la alianza que es el pacto con Dios, porque es ahí donde uno demuestra que ha entregado su vida al Señor Jesucristo.

La Palabra continúa así: “Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: «El día diez de este mes cada uno tomará para sí un cordero, según sus casas paternas; un cordero para cada casa. Mas si la casa es muy pequeña para un cordero, entonces él y el vecino más cercano a su casa tomarán uno según el número de personas; conforme a lo que cada persona coma, dividiréis el cordero. El cordero será un macho sin defecto, de un año; lo apartaréis de entre las ovejas o de entre las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce del mismo mes; entonces toda la asamblea de la congregación de Israel lo matará al anochecer. Y tomarán parte de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas donde lo coman. Y comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y la comerán con pan sin levadura y con hierbas amargas. No comeréis nada de él crudo ni hervido en agua, sino asado al fuego, tanto su cabeza como sus patas y sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para la mañana, sino que lo que quede de él para la mañana lo quemaréis en el fuego. Y de esta manera lo comeréis: ceñidos vuestros lomos, las sandalias en vuestros pies y el cayado en vuestra mano, lo comeréis apresuradamente. Es la Pascua del Señor. Porque esa noche pasaré por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, tanto de hombre como de animal; y ejecutaré juicios contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor” (Éxodo 12:3-12).

¿Por qué Él menciona a los dioses de Egipto?

Los dioses de los que habla el versículo representan un gran mal que ataca a los que aún no son convertidos. Estos demonios dominan la vida de los no creyentes, y es por esta razón que muchos viven en un infierno. Si no hay Pacto de Sangre con Él, la vida es un infierno.

En otras palabras, cuando no hay pacto, los demonios actúan en la vida de uno, esclavizándolo con la opresión, la depresión, los vicios, y el fracaso matrimonial y familiar. Cuando uno no tiene el Pacto de Sangre, está separado de Dios.

La Palabra nos revela así: “Y la sangre os será por señal en las casas donde estéis; y cuando yo vea la sangre pasaré sobre vosotros, y ninguna plaga vendrá sobre vosotros para destruiros cuando yo hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12:13).

Ahora hay que observar si el pueblo obedeció e hizo exactamente lo que Dios había ordenado a través de Moisés y Aarón, y usaron la sangre de un animal, que fue el rescate por el cual el espíritu destructor o de la muerte no pudo entrar en la casa donde esta sangre había sido marcada.

Entonces, si uno hoy tiene esta marca, que es la marca que tienen todos los que han hecho un pacto con Jesús, también es la misma marca que tuvieron Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y todos los profetas que hicieron una alianza de sangre basada en la sangre de un animal. Es la marca que Dios reconoció y bendijo de manera gloriosa y sobrenatural.

Imagínese, ¿cuánto más nosotros, que tenemos un pacto con Dios a través de Jesús?

La Palabra nos enseña así: “y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna” (Hebreos 9:12).

Según la Palabra, el Pacto de Sangre que hace uno ya no es de animal sino con Jesús.

Continúa: “Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” (Hebreos 9:13-14).

¿Qué son las obras muertas?

Es el pecado y lo que nos trae culpa en la conciencia. También es lo que mancha nuestra conciencia con todo lo que es impuro en el mundo, indigno e injusto. Sin embargo, si uno sigue siendo lavado y purificado por la sangre que derramó Jesús, siempre tendrá comunión con Él.

Pero, como se ha estado diciendo en todos los ejemplos de este artículo, debe haber entrega, y uno debe poner de su parte. Porque el Señor Jesús dio Su todo por nuestro todo. Cuando uno se entrega, Él purificará eternamente de toda obra negra.

Así que, tome esta oportunidad, haga su decisión y entréguese a Él para que el Señor lo separe y usted tenga esta marca, que es el Pacto de Sangre.

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