Antes de leer este artículo, le invito a reflexionar sobre esta pregunta: ¿cuál es el mayor beneficio que uno puede recibir del Espíritu Santo?
Discernimiento
Una de las mayores bendiciones que uno puede recibir es el discernimiento de Su Palabra. Para conocer a Dios y entender Sus planes, uno debe tener una mente abierta a la guía del Espíritu Santo. Cuando uno tiene discernimiento de la Palabra, entiende por qué se está entregando a Él. Uno se entrega para tener una experiencia con Dios y recibir la salvación de su alma.
Pero aquí hay un punto clave: ¿Por qué uno desea recibir la salvación?
Primero, cuando uno no tiene la salvación, significa que está separado de Dios. En otras palabras, uno aún no vive según la voluntad de Dios. Como resultado de no tener unión con el Espíritu Santo, el alma no tiene sosiego ni paz. Además, uno continuará sintiéndose internamente perdido, sin respuestas al peso que siente en su día a día. Segundo, cuando uno no tiene una relación con Él, significa que no tiene comunicación con Él. En otras palabras, el Señor no escucha las palabras de sus oraciones. Cuando no hay quien escuche, no hay respuesta.
Pero, ¿por qué Él no escucha?
Porque, así como uno aún no comprende Su Palabra, Él tampoco está dispuesto a escuchar las palabras de uno. Sin embargo, el alma tiene una necesidad que solo el Señor puede satisfacer, y eso es la salvación. Hay una gran diferencia entre recibir bendiciones y obtener la salvación; las bendiciones no son suficientes para la salvación de su alma.
La Palabra de Dios nos guía así: “¿Qué daré al Señor por todos sus beneficios para conmigo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Salmos 116:12-13). Si reflexionamos sobre lo que escribió el salmista David y la vida que tuvo, él realizó cosas sobrenaturales y espiritualmente extraordinarias. Por ejemplo, el rey David, antes de ser rey, luchó contra un león, un oso y enfrentó a Goliat, a quien venció. Hizo todo esto en su adolescencia, entre los 13 y 15 años.
Pero, si reflexionamos aún más y nos preguntamos:
¿Qué lo llevó a actuar de tal manera a una edad tan joven, donde estaba en una gran desventaja física?
Lo que el rey David entendió muy claro fue quién estaba a su lado. La Palabra nos lo demuestra así: “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado” (1 Samuel 17:45). El filisteo con el que habla David era el gigante conocido como Goliat, un guerrero con mucha experiencia. Aun así, David, entendiendo todo esto, tenía el discernimiento de que venía en el nombre del Señor de los ejércitos, quien es Dios.
El discernimiento es el beneficio principal que uno recibe cuando tiene comunión con Dios y recibe el Espíritu Santo, el mismo que recibió David. Sin embargo, con todos estos ejemplos, llegamos a entender que hay diferentes tipos de beneficios que vienen de Dios. Está el beneficio sobrenatural, como el que tenía David cuando enfrentó a Goliat, y el beneficio natural, que muchos conocen. El beneficio natural incluye las estrellas, el mar, el sol y toda la naturaleza que nos ayuda a vivir y revela la gloria de Dios. También, Él nos ha dado la habilidad de pensar y razonar, aunque tal vez nuestros pensamientos en el momento no reflejen los de Él. Pensar y razonar son un beneficio. Si reflexionamos más sobre los beneficios naturales, todos también tenemos algún tipo de talento que nos ayuda. Tal vez uno no lo crea, pero no hay nadie en este mundo que no haya recibido algún tipo de talento dado por Dios.
Entonces, si regresamos al versículo que se compartió primero, nos damos cuenta de que el rey David estaba hablando de todos los beneficios, tanto espirituales como naturales.
Pero, ¿qué hizo David al recibir los beneficios?
Según la Palabra, David declaró que iba a alzar la copa de salvación e invocar el nombre del Señor. En otras palabras, de todos los beneficios que había recibido de Dios, obtuvo lo principal, que era la salvación de su alma. Con esto en mente, la Palabra continúa así: “Cumpliré mis votos al Señor, sí, en presencia de todo su pueblo” (Salmos 116:14).
Pero, ¿a qué tipo de votos se refería David?
David tenía el discernimiento de que venía en nombre del Señor y que era salvo, pero para todo esto, debía demostrar que daba buen fruto cumpliendo sus votos. Los votos que debía cumplir eran seguir, servir, honrar, respetar, obedecer y ser fiel al Señor Dios. Cuando uno es salvo, persigue cumplir estos votos porque desea permanecer salvo. Además, al cumplirlos, uno obtiene el discernimiento de la garantía de su alma, así como David.
Sin embargo, cuando uno descubre que su alma tiene la necesidad de tener comunión con Él para su salvación, encuentra paz y puede vencer todo.
Pero, ¿por qué uno tiene esa necesidad?
Uno tiene esta necesidad porque aún no ha descubierto quién es el verdadero dueño de su alma. En otras palabras, a quién le está entregando su alma o, mejor dicho, con quién está cumpliendo.
La Palabra dice así: “He aquí, todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo, mías son. El alma que peque, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Si reflexionamos sobre lo que está escrito, la expresión “He aquí” nos indica que las almas que son de Él son las que están en Su presencia. Luego, el mismo versículo usa la palabra “morirá,” lo cual nos muestra que el alma que está fuera de Su presencia está separada de Él. En otras palabras, este tipo de alma está en necesidad de ser salva. Observe: la vida está en el alma; donde va el alma, va uno. Con quien uno está cumpliendo determina a dónde va, ya sea al infierno o al cielo con Dios. Es fácil convertirse en víctima del mal o, mejor dicho, del diablo. Pero no malinterprete; la razón por la cual se dice esto no es para que uno venga a la iglesia y tenga comunión con la Iglesia. El punto principal es que uno descubra lo que es tener una comunión con Dios, reciba el Espíritu Santo y desarrolle discernimiento. Cuando uno tiene discernimiento, comprende la verdad que viene de la Palabra de Dios.
Todo ser humano tiene esta pregunta: ¿Dónde voy después de la muerte? O, mejor dicho, ¿a dónde va mi alma?
Pero les pido, por favor, que reflexionen en esta pregunta: ¿Con quién están cumpliendo?
Si aún no lo sabe o se siente un poco perdido o desorientado con la pregunta, le pido que descubra la fe que tuvo David y enfrente al “Goliat” que tiene delante. Todos tenemos nuestros propios “Goliat” en la vida: problemas que parecen grandes o demasiado difíciles de sobrellevar o superar. Como David, cuando enfrentamos estas dificultades con fe y discernimiento en el Señor, podemos vencerlos todos. Identifique su Goliat y afróntele con la certeza de que viene en el nombre del Señor; así podrá vencerlo todo.