Lea este artículo con atención para descubrir la relación entre herencia y maldición generacional. Muchos creen que la herencia familiar son características heredadas de los padres. Por ejemplo, si un niño es muy enojón, se dice que es así porque su padre también lo es. Sin embargo, espiritualmente, esto es solo una forma de interpretar las características humanas.
La Palabra nos orienta así:
“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
‘Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:1-6) Según la Palabra, Dios castiga la iniquidad de los padres. En otras palabras, Él castiga las injusticias que cometen los padres en contra de Sus mandamientos.
Pero, ¿qué es el castigo?
El castigo es la maldición generacional. Para aclarar algo, lo que es generacional no es herencia. La herencia espiritual ocurre cuando el hijo hereda el espíritu de sus padres. Sin embargo, no debemos confundirnos: si un padre tiene el Espíritu Santo, eso no significa que el hijo lo hereda, porque el Espíritu Santo es algo que se conquista individualmente al creer en Él. Lo mismo ocurre con la fe, que no puede heredarse, ya que la fe nace cuando alguien cree y ha tenido contacto con Él.
Pero, ¿qué significa heredar un espíritu?
Significa que, si un padre tiene espíritus malignos adheridos a él, estos pueden transmitirse al hijo mediante la herencia espiritual.
¿Dónde se ve esto en la Biblia?
La Palabra nos revela lo siguiente:
“El tiempo que los hijos de Israel vivieron en Egipto fue de cuatrocientos treinta años” (Éxodo 12:40). La Palabra nos enseña que el pueblo de Israel estuvo en cautividad en Egipto durante 430 años, lo que equivale a aproximadamente cuatro generaciones, tal como se menciona en los primeros versículos que fueron compartidos.
Pero la maldición generacional no es para siempre; puede ser cortada.
Esto se ve con Moisés: solo hace falta que uno de la familia tenga fe para romper la maldición. Dios usó a Moisés porque él tuvo fe. Antes de eso, o mejor dicho, durante 430 años, nadie tuvo la fe de Moisés para cortar la maldición. También se da a entender que Dios quiere tener comunión con cada persona, pero es esta quien debe tener la voluntad de buscarlo.
Un problema común en nuestros días.
Hay muchos que, en este momento, están sufriendo la misma maldición. Familias, parejas y personas solteras están enfrentando esta maldición generacional, pero no se dan cuenta de que el Señor desea tener una relación con ellos. Por ejemplo, hay personas que se casan y, cuando enfrentan alguna dificultad, piensan en divorciarse para estar con otra persona. En ese momento, creen que la nueva relación será más fácil, pero con el tiempo comienzan a experimentar los mismos problemas. Esta situación se repite una y otra vez, llevando a la persona a formar relación tras relación, sin resolver nada y regresando al mismo círculo.
Tal vez esta situación suene común, y quizá piense que el ejemplo es un poco drástico, pero, desafortunadamente, esto es algo habitual en el mundo en el que vivimos. Sin embargo, por favor, no malinterpreten la situación; solo se utilizó para ilustrar el rostro de la maldición, o mejor dicho, aquello que no es normal espiritualmente.
¿Cómo se puede romper esta situación?
Con el arrepentimiento.
¿Cómo se demuestra el arrepentimiento?
El arrepentimiento no es una emoción para el Señor; es un acto de fe. Este acto se demuestra al bautizarse en las aguas. Es a través del bautismo que uno declara a Dios su deseo de separarse del pecado y vivir por la fe. Vivir por la fe significa guardar Sus mandamientos, obedecer y vivir conforme a Su voluntad.