Antes de que lean este artículo, quiero pedirles un favor: reflexionen sobre esta pregunta:
¿Será que hay un beneficio en tener fe con emoción?
La Palabra nos orienta así: “Piensa en lo que te digo. El Señor te ayudará a entender todas estas cosas” (2 Timoteo 2:7). Primero, quiero explicar que el Señor entiende todas nuestras emociones, pero Él quiere que entendamos. Según la Palabra, el acto de tener fe es algo consciente, no emocional. Hay una gran diferencia entre sentir fe y saber o entender fe. El versículo dice que debemos pensar en lo que Él nos ha enseñado para poder entender todas las cosas.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre pensar y sentir?
La diferencia entre los dos es que uno es desechable, dependiendo de la condición de la persona. Por ejemplo, cuando alguien pregunta si uno se siente bien, se responde: ‘Me siento bien’. Pero, eso no significa que uno se sienta bien en todo momento; hay ocasiones en las que uno se siente mal, más o menos bien, o sin ganas. Sin embargo, eso es solo un sentimiento momentáneo. En otras palabras, tenemos emociones pasajeras que no son constantes. De hecho, cuando uno descubre la fe y piensa, o mejor dicho, razona sobre lo que está escrito en las Sagradas Escrituras, llega a entender que uno puede estar bien en todo momento, incluso en los malos. Porque, cuando la fe es revelada, uno descubre que es lo que piensa; el momento es lo que uno piensa o lo que uno hace de él. Las emociones, o mejor dicho, pensar con el corazón, pueden engañar e incluso exagerar tanto los momentos difíciles como los momentos simples. Sería ideal que uno determinara sus pensamientos basándose en la razón que encuentra en Él, ya que la pobreza y la riqueza espiritual comienzan en los pensamientos de uno.
Pero, ¿por qué es importante entender la diferencia entre los pensamientos y las emociones?
Porque la relación con Dios es una decisión consciente. Por ejemplo, cuando uno escucha y medita en la Biblia, se recomienda que lo haga con una mente abierta. Es cuando uno puede mantenerse con la mente abierta y concentrarse que puede razonar y oír la voz de Dios. Él quiere que escuchemos su voz, así como Él oye la nuestra, porque cuando uno ora, Él escucha nuestra voz.
Pero, ¿cómo podemos saber que el Señor nos está hablando?
Cuando meditamos, Dios habla con nosotros, y si hemos escuchado su voz, nace en nosotros la disposición de enfrentar cualquier situación o circunstancia. Pero no malinterpreten; si uno solo lee la Biblia por leer o asiste a la iglesia solo por asistir y no piensa ni razona, no verá fruto que venga de Él dentro de uno.
Para regresar al versículo mencionado al principio, la Biblia usa la palabra “entender,” y si reflexionamos sobre esa palabra, nos quiere dar a entender que el Señor nos dará la capacidad. Pero la capacidad solo es dada cuando uno escucha y obedece sin límites. En otras palabras, si uno desea la transformación completa que busca, no debe limitar la voluntad de Dios, porque la fe verdadera, la fe sobrenatural, desconoce las limitaciones. Él Señor le dará Su todo a cambio del todo de uno.