Antes de leer este artículo, por favor reflexione sobre esta pregunta: ¿Cuál es la condición presentada por Dios para que el Espíritu Santo habite en nuestro ser?
El mal, o mejor dicho, los espíritus inmundos, sólo pueden actuar en la vida de uno cuando uno comete errores por el acto de la desobediencia. La Palabra nos enseña así: “En los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2).
Cuando la Palabra dice “príncipe de la potestad del aire”, se está refiriendo a Satanás. Esto también nos enseña que, cuando uno es desobediente, el único espíritu que habita en el ser de uno es el maligno. En otras palabras, para que el Espíritu Santo habite en uno, la condición de uno debe ser la obediencia.
Uno solo puede conseguir la presencia de Él cuando es obediente, pero como explica la Palabra, mientras uno siga desobediente, el único que habita en la vida de uno es el diablo y sus demonios. La decisión es de uno: si quiere vivir por la voluntad de Dios o de satanás. Pero entienda algo: el Señor Dios nos promete la paz eterna, lo que significa que ninguna dolencia nos puede tocar mientras somos obedientes. Esto también significa que, cuando uno es obediente, Él nos libera de todo: pensamientos de suicidio, depresión, problemas económicos y cualquier cosa que nos quita la paz. El Señor nos libera de todo.
Pero, ¿qué significa ser liberado de todo?
Cuando uno es liberado, el Altísimo le da la paz perfecta. Por esta misma razón, la Palabra nos dice que, cuando uno es firme, o mejor dicho, obediente, vive en paz perfecta. La Palabra nos enseña así: “Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía” (Isaías 26:3). Pero ahí está la clave: uno tiene que confiar en el Señor. En otras palabras, uno debe tener fe en que la obediencia que practica a través de Su Palabra nos hará benditos. Cuando uno es bendito, es liberado de todo porque uno mismo se convierte en la propia bendición. Así que hoy, reflexione: ¿está usted viviendo en obediencia para ser liberado y convertirse en la bendición que Dios quiere que sea? Recuerde la decisión es suya.