Lea este artículo con gran atención porque comenzará con el libro que inició todo, el libro de Génesis. Muchos se refieren a este libro como el libro de la vida porque fue el inicio de todo. La Palabra de Dios dice así: “La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el SEÑOR Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer…” (Génesis 3:1).
Pero, aquí está la pregunta clave: ¿Por qué la serpiente no le habló al hombre, sino a la mujer?
Según la Palabra, se describe que la serpiente hablaba y por esa razón le pudo preguntar a la mujer. Sin embargo, la serpiente, cuando habló con la mujer, estaba poseída por un espíritu maligno, un demonio, por el diablo.
Continúa: “…—¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto? —Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto—contestó la mujer—” (Génesis 3:1-2). Es importante entender que uno nunca debería de poner importancia a voces o palabras que ponen en duda la Palabra de Dios. No se debe prestar oído a palabras de duda. En este versículo, esto es lo que sucede con la mujer.
Sigue: “Es solo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: ‘No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán’. —¡No morirán! —respondió la serpiente a la mujer—. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal” (Génesis 3:3-5). Según la Palabra, Dios les orientó para que no comieran del árbol. Sin embargo, el diablo, manifestado en la serpiente, dijo que estaba bien tocar el árbol. Pero, Dios no dijo nada acerca de tocar, solo de no comer. El diablo siempre añade algo más a lo que Dios enseña a través de su Palabra.
La Palabra dice más: “La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió. En ese momento, se les abrieron los ojos, y de pronto sintieron vergüenza por su desnudez…” (Génesis 3:6-7). Debes entender que no había ningún problema con que estuvieran desnudos, porque el verdadero problema estaba en la mente. Cuando la mente está contaminada por impurezas, todo el cuerpo también se contamina. No es que ellos no sintieran vergüenza el uno del otro antes; simplemente no había razón para sentirla. Todos los problemas que nos traen vergüenza hoy no existían. En ese tiempo, la mujer y el hombre eran perfectos; no había enfermedades ni defectos físicos.
Pero, ¿por qué sintieron vergüenza?
Porque el producto del pecado es la vergüenza. Cualquier pecado, sin importar cuál sea, trae primero satisfacción. Pero después trae vergüenza. La vergüenza es la principal consecuencia del pecado.
Continua: “…Entonces cosieron hojas de higuera para cubrirse. Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles. Entonces el Señor Dios llamó al hombre: —¿Dónde estás? El hombre contestó: —Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo” (Génesis 3:7-10). El Señor ya sabía dónde estaba, pero aun así llamó al hombre. El hombre se escondía por su desnudez, aunque siempre había estado desnudo, y por esta razón tenía miedo y vergüenza. Sin embargo, si observamos las consecuencias del pecado, nos damos cuenta de que provoca miedo, duda, ansiedad, tristeza, angustia, culpa y condenación. El pecado domina nuestra consciencia con culpa, miedo y todo pensamiento maligno y negativo.
Sigue: —¿Quién te dijo que estabas desnudo? —le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras? (Génesis 3:11). Deben entender este detalle: el árbol prohibido no era el único árbol que estaba allí; ellos también tenían el árbol de la vida a su disposición. Sin embargo, ellos debían pasar por esta prueba para ser aprobados. Si ellos hubieran obedecido, habrían tenido acceso a comer del árbol de la vida.
La búsqueda del árbol de la vida se entiende aquí: “El hombre contestó: —La mujer que tú me diste…” (Génesis 3:12). Según la Palabra, el hombre culpó a Dios por la manera en que respondió. Igualmente, el ser humano que está en pecado siempre responsabiliza a Dios por su sufrimiento y vergüenza. Sin embargo, Dios no tiene culpa de nada. Si uno lo obedeciera, estaría guardado y protegido.
Regreso para completar el versículo: “El hombre contestó: —La mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí” (Génesis 3:12). Según la Palabra, el hombre comió porque quiso. Es decir, él le dio su fuerza a su mujer. El hombre se aprovechó de su esposa cuando debería haberla reprendido. Pero él también quería experimentar.
¿Por qué?
La Palabra dice así: “Entonces el Señor Dios le preguntó a la mujer: —¿Qué has hecho? —La serpiente me engañó—contestó ella—. Por eso comí” (Génesis 3:13). Según la Palabra, ellos solo buscaban a quién culpar.
Pero, ¿cuál es el problema de conocer que existe el bien y el mal?
Supuestamente, cuando uno conoce lo que es malo, se cuida de lo malo. Normalmente, uno sabe no poner la mano en el fuego porque quema.
Pero, aquí está la pregunta clave: ¿qué hay de malo en conocer el bien?
Teóricamente, cuando uno conoce el bien y hace el bien, uno está guardado y protegido, en teoría. Muchas personas en el mundo buscan vivir una vida haciendo el bien. Normalmente, uno busca hacer lo bueno, no lo malo.
Pero, ¿cuántas personas viven buscando hacer el bien y aun así sus vidas son afectadas por el mal? Igualmente, como le pasó a la mujer y al hombre.
¿Dónde está el problema?
El problema está en no vivir en obediencia a Dios. Es decir, el problema está en el ser humano queriendo ser independiente. Pero, si nos ponemos a pensar, notamos que nosotros somos dependientes de algo. Por ejemplo, si nos enfermamos gravemente, desde ese día somos dependientes de los doctores. Es más, muchos viven dependientes de un abogado o de la aprobación de algo. El marido desea la aprobación de la esposa, la esposa del marido y los hijos de sus padres. Así es la vida de la humanidad. Uno vive en la dependencia de cosas, personas y lugares.
¿Cuántas personas tratan de vivir en otros lugares, pero aun así no viven una vida de calidad, mucho menos digna? Muchos trabajan como esclavos, como si fueran animales de carga, para intentar ser prósperos. Es más, muchos hasta exponen la seguridad de su familia para intentar ser prósperos y aun así no tienen resultados.
Pero, ¿por qué uno vive así?
Porque a uno le falta verdaderamente ponerse y vivir en dependencia de Dios. Cuando nosotros entramos en una relación con Él y somos dependientes de Él, Él nos honra. El Señor cumple con Su Palabra. El Señor Dios siempre cumple con Su Palabra porque Él es Santo. Siempre que pienses en la Palabra de Dios y en Dios, considera lo que Dios es. No consideres solamente Su poder. Normalmente, la gente piensa en Dios como el Todopoderoso. Pero, más que ser Todopoderoso, Él es Santo. Es imposible que Él mienta. Es imposible que Él no cumpla con lo que ha prometido en Su palabra. Pero debe haber dependencia.

