Antes de que lean este artículo, quiero pedirles un favor: reflexionen sobre esta pregunta:
¿Por qué el mal siempre trata de borrar o sepáranos de lo Sagrado?
El mal siempre trata de separarnos de lo sagrado para que lo veamos como algo normal. Por ejemplo, tal vez cuando uno comenzó a asistir a la iglesia, fue invitado por un pastor o un miembro, y de repente ya no vio a esa persona. Después de un tiempo, uno se entera de que otra persona también dejó de asistir, a tal punto que este tipo de noticia empieza a parecer normal. Sin embargo, esto es solo un ejemplo de cómo el mal intenta normalizar algo que no debería suceder, sea cual sea la razón. Cuando uno está separado de Dios, está ausente de perseverar en su salvación. En otras palabras, uno no es salvo.
La Palabra nos guía así: “Por tanto, cuando veáis la abominación de la desolación, de que se habló por medio del profeta Daniel, colocada en el lugar santo (el que lea, que entienda)” (Mateo 24:15).
Pero, ¿a qué se refiere la Palabra cuando dice “la abominación de la desolación”?
Según la Palabra, la abominación de la desolación es la ausencia de Dios. El sinónimo de la palabra “abominación” es “horror,” y, si reflexionamos, nos damos cuenta de que la ausencia de Dios es un horror. Porque, ¿en quién nos refugiaremos cuando Él está ausente de nuestra vida?
La Palabra nos advierte de esta manera: “porque habrá entonces una gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás. Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 21-22). Según la Palabra, cuando estemos cerca del fin, todos aquellos que estén ausentes de la presencia de Dios vivirán una gran tribulación, peor que como estaba el mundo antes de que Dios lo moldeara. Para que tenga un entendimiento más profundo, la Palabra dice así: “Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo…” (Génesis 1:2). Según la Biblia, al comienzo, el mundo estaba sin orden, vacío, y las tinieblas, o mejor dicho, todo el mal, cubrían la superficie del abismo que era el mundo.
La Palabra nos advierte con la profecía del profeta Daniel: “Y de su parte se levantarán tropas, profanarán el santuario-fortaleza, abolirán el sacrificio perpetuo y establecerán la abominación de la desolación” (Daniel 11:31). En otras palabras, la naturaleza del mal es siempre separarnos de la presencia de Dios. El mal siempre intentará perturbar nuestra vida para que estemos ausentes de la presencia de Dios.
La Palabra nos advierte más sobre esta perturbación: “el cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama dios o es objeto de culto, de manera que se sienta en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios” (2 Tesalonicenses 2:4). Es decir, el mal intentará engañarnos para que lo veamos a él como Dios. Por estas razones, se sugiere que busquemos comunión con Dios para escuchar su verdadera voz. Dios quiere que uno sea salvo, pero que también reconozca a quien verdaderamente se está presentando. La comunión con Dios es una de las cosas sagradas que el mal intenta perturbar.
Reflexione sobre esta pregunta: ¿Será que usted conoce al Señor?
Si aún se encuentra confundido, le sugiero que busque una comunión más profunda con Él, porque el Señor quiere que usted sea salvo.