Al leer los Evangelios, veo al Señor Jesús en un deseo y en un esfuerzo enorme para hacernos entender que no hay nada más precioso y glorioso en este mundo que entrar en el Reino de los Cielos. Primero, porque es el lugar donde Dios, el Creador, habita y tiene Su trono, y donde Dios está no existen enfermedades, preocupaciones, enojos, lágrimas, llanto o recuerdos de un pasado triste. El Reino de los Cielos es el reino de la paz, de la alegría perpetua y de la vida abundante que el Señor Jesús prometió.
Segundo, porque el amor de Dios se manifestó en el sacrificio y Lo impulsó a ofrecer a Su único Hijo a fin de que ningún alma perezca, sino que tenga vida eterna a Su lado (Juan 3:16). El Altísimo sabe del terror eterno que los condenados al lago de fuego y azufre van a sufrir y Él no desea que ningún ser humano vaya allí.
Lamentablemente, muchos incluso conocen la Palabra, pero prefieren vivir en tinieblas, atrapados en sus propios pecados, antes que estar en la luz.
Sin embargo, mientras aún haya tiempo, somos constantemente enseñados a hacer del Reino de los Cielos nuestra prioridad en esta vida:
Mas buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:33 RVR1960).
Vea que, cuando una persona anhela, aspira y desea el Reino de los Cielos, es porque tiene una visión sabia, inteligente y espiritual. Tiene consciencia de que su vida en este mundo es pasajera, pero su alma vivirá eternamente con Dios o con el diablo. Sí, el alma continúa viviendo incluso después de que se separa del cuerpo a través de la muerte física, y no hay nada más que se pueda hacer si fue condenada al infierno. No sirve oración, rezo o misa. No hay manera de cambiar lo que fue definido en vida.
Este distanciamiento entre el alma y el cuerpo es un acontecimiento que nadie ve —a no ser la persona que está muriendo, ya que el alma es invisible—, pero eso ocurre con todos los que parten de esta vida. Y el destino será la salvación o la condenación eterna.
Siendo así, comprender el valor del alma le posibilita al ser humano entender que, aunque esté en la peor de las situaciones en este mundo, es extremadamente rico. Eso es porque su alma es un tesoro que no tiene precio, pues costó la sangre del propio Hijo de Dios.
Nuestra alma es tan valiosa que podemos decir que es disputada. No es que Satanás se iguale al Altísimo en poder para disputar algo con Él (y mucho menos para vencerlo), sino porque Dios le dio al ser humano el libre albedrío. Eso quiere decir que el ser humano tiene la capacidad de decidir rendirse o no a su Creador. Por lo tanto, hay un conflicto espiritual siendo trabado. Tenemos un ejemplo de eso en las Escrituras, cuando Satanás, de manera osada, aparece en lugares celestiales para incitar al Todopoderoso contra Job. El objetivo del diablo era llevar a Job a blasfemar contra Dios y a fracasar en la fe para que, entonces, Job perdiera la salvación de su alma (Job 1:6-12).
Continuará…
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Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo