Carta a la iglesia de Laodicea (Parte 6)

«He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Apocalipsis 3:20-22).

En el desfecho de esa carta el Señor Jesús se presenta a la iglesia corrupta de Laodicea como quien está del lado de afuera llamando en el deseo de entrar y allí hacer morada. Muchas veces las personas están dentro de las iglesias como laico o miembros, son obreros u obreras, forman parte del coro o tienen cualquier otra función dentro de ella. Pero aun así el Señor de aquella iglesia permanece del lado de fuera de sus vidas. Ellas han trabajado con las manos en el deseo sincero de ser útiles a Dios, pero los pecados escondidos del corazón hace mucho tiempo expulsaron al Salvador, volviendo sus vidas no solamente útiles sino también nocivas a la obra de Dios, pues el testimonio de ellas han hasta bloqueado la entrada de otros en el Reino de Dios.

Eso muestra con la más absoluta clareza que el Señor nunca está al lado de dentro de las iglesias, denominaciones o personas que se dicen cristianas y al mismo tiempo mantienen en el corazón el mismo espíritu orgulloso que tenía en Laodicea, a la cual hallaba que su riqueza se debía exclusivamente a sus propios esfuerzos y méritos. Desafortunados son aquellos que convencidos de la fe cristiana piensan y actúan de la misma forma, alimentando así el orgullo espiritual. El Señor Jesucristo nunca pudo habitar en un corazón orgulloso y lleno de resentimientos, con todo, incluso así, del lado de afuera Él insiste en llamar esperando que se abra la puerta con el fin de que Él pueda entrar.

Si el corazón no estuviera convertido u ocupado por el Espíritu Santo del Señor Jesucristo, todo el esfuerzo, por más sobrenatural que sea, jamás será suficientemente para agradar a Dios y alcanzar la salvación.

El final de cada carta a las siete iglesias parece dar el siguiente recado a cada cristiano: el vencedor es aquél que, humildemente oye y práctica la Palabra de Dios, cueste lo que cueste; y no necesariamente aquel que hace parte activa de una iglesia o denominación. Los demonios han hecho que muchas personas se eludiesen con su tipo de cristianismo, es decir, las hacen pensar que por el hecho de hacer alguna cosa dentro de la iglesia su salvación está garantizada. Mientras tanto, en estas cartas apocalípticas nosotros tenemos verificando que cada iglesia, parece simbolizar muy bien cada cristiano; hay una diferencia de carácter quiera en su testimonio de vida, quiera en el servicio al Señor hay faltas también es dado una oportunidad de ser concertar. El Señor Jesús está siempre a la puerta de aquellos corazones que han estado en falta con Él para los concertar; pero para que eso acontezca es preciso que haya la humildad del reconocimiento de eso, sin el cual es imposible. Y para cada iglesia hay una promesa de bendición eterna, desde que cada una sea vencedora.

Ese capítulo tres encierras la visión de Juan con respecto a las siete iglesias en la Asia, es decir: encierra su visión de la parte terrena.

Continuará…

Si le interesa lea también: Carta a la iglesia de Laodicea (Parte 5)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

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