La falta de visión con respecto a la importancia del alma alcanza a la mayor parte de las personas, cristianas o no.

Ceguera espiritual

La falta de visión con respecto a la importancia del alma alcanza a la mayor parte de las personas, cristianas o no. Por eso, está escrito que el dios de este siglo —muchas veces usando la religión— “… ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo [la Palabra de Dios], que es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4).

No podemos pensar que solo los incrédulos sin religión son alcanzados por esa ceguera, pues hemos visto a mucha gente perdida también dentro de las denominaciones evangélicas. Gran parte de los planes astutos de Satanás ocurre a través de dogmas, conceptos y prácticas meramente religiosas. ¿Cuántas mentes endurecidas a la verdad, convencidas de la salvación y sumergidas en la oscuridad de sus propias opiniones hemos visto dentro de las iglesias?

Por lo tanto, cualquier persona que se deja gobernar por su alma le entrega el control de su vida al mal y cosechará las consecuencias de eso.

Para cegar la mente de las personas, Satanás solo necesita acceder a sus emociones, provocando pasiones, ambiciones, vanidades, insatisfacciones… Exactamente como le sucedió a la primera pareja en el Edén.

Adán y Eva no cayeron en pecado sin querer. Tenían consciencia de que, comiendo del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, estarían contrariando la voluntad de Dios. Sin embargo, dice el Texto Sagrado:

Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió (Génesis 3:6).

El primer error de Eva fue acercarse al árbol prohibido. Si ella sabía que su fruto era desaprobado por Dios, ¿por qué se acercó? Si fue por curiosidad, ¿qué usó ella en aquel momento, el pensamiento (espíritu) o el alma (corazón)?

La Biblia dice que ella vio que aquel árbol era bueno para comer y agradable a los ojos. O sea, vio el fruto, le gustó, lo comió y además se lo dio a su marido.

Por despreciar la Palabra de Dios, Eva vio belleza donde no existía. Así es el corazón: lleva al ser humano a tener una visión distorsionada y desproporcionada de las cosas. En los días de hoy, es común, por ejemplo, encontrar personas que solo ven el placer en un adulterio. No logran ver el rastro de destrucción que ese acto provoca en ellas y en sus familias. Así sucede también con el vicio, que envuelve al adicto de tal forma que este pierde su dinero, su credibilidad, su empleo e incluso su vida, pero no reacciona para liberarse.

La composición humana era perfecta y preciosa antes de la caída del hombre: primero bajo el punto de vista espiritual (espíritu); después el alma (afectos y emociones) y, finalmente, el físico (materia/cuerpo). Sin embargo, con el advenimiento del pecado, la visión espiritual se perdió y le dio lugar a la visión emocional; o sea, la parte espiritual que estaba conectada al Espíritu de Dios fue neutralizada por la parte emocional.

No obstante, si Adán y Eva fallaron en mantener la imagen y la semejanza del Dios Altísimo, el Señor Jesús no falló —¡aun habiendo quedado frente a frente con Satanás!—. Él fue tentado y pasó por pruebas y desiertos, pero conservó en Sí la imagen del Dios Invisible y Perfecto. Y todos los que, como Jesús, son espíritu vivificante resisten al mal y tienen la luz del Evangelio todos los días brillando en sus mentes. Sin embargo, los que no nacieron de nuevo permanecen como Adán, siendo solo almas vivientes.

Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante (1 Corintios 15:45 RVR1960).

Continuará…

Si le interesa lea también: El rescate de nuestra alma (Parte II)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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