Conquistando la vida eterna

La Palabra de Dios nos dice: “Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para poner a prueba a Jesús, dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Lucas 10:25. Para lograr la vida eterna, ella no se hereda, sino que debemos conquistarla a través de la fe. Y para eso es necesario nacer de nuevo, debe existir una entrega sincera y verdadera; asumir un compromiso con el Señor Jesús, porque eso nos llevará a un cambio en el corazón y de mentalidad.

Cuando se torna en una nueva criatura, la persona comienza a tener la plena certeza de la salvación, y eso acontece porque ella ha recibido la vida eterna. El miedo a la muerte no existe más, porque se sabe el destino del alma. Cuando la persona parta de este mundo, estará eternamente en la presencia de Dios.

Todo lo contrario acontece cuando no se vive en la presencia de Dios. Hay depresión, y es porque el alma tiene el conocimiento que no está salva y sabe que necesita salvación.

La pregunta que hizo este hombre a quien se refiere la Biblia, fue sobre la vida eterna. Él fue inquietado por el Espíritu Santo para hacerle esa pregunta al Señor Jesús.

“Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” Lucas10:26. Cuando usted lee las Escrituras, ¿qué ha entendido y reflexionado usted? Cuando se ora, se está hablando con Dios, y cuando se lee la Biblia, Él habla. La Biblia es la Palabra de Dios; cuando se lee, se debe meditar, porque a través de ella, podemos escuchar la voz de Dios y conocer su voluntad.

Cuando se conoce la voluntad de Dios hay libertad porque la dependencia se vuelve solo hacia Él. Tal vez usted se cuestione: “Si solo debo depender de Dios, por qué tengo que ir a la iglesia”.

Cuando usted viene a una iglesia, usted no está dependiendo del pastor, usted viene a la Casa de Dios para aprender a cómo seguir y servir al Señor Jesús, porque el Espíritu Santo le enseñará. Cuando uno es convencido por el Espíritu Santo, no hay nadie que le pueda convencer de lo contrario.

Cuando se lee la Palabra de Dios y se quiere escuchar su voz, de la lectura que usted hará, Él usará una palabra que destacará en su mente y, a través de esa palabra, usted reflexionará y le preguntará a Él, qué es lo que Él quiere decirle, y Él le hablará.

No existe algo más glorioso o grandioso que escuchar la voz de Dios. En la voz de Dios hay cuidado y protección, incluso hasta cuando Él nos disciplina, porque nos ama. En la palabra de Él no hay condenación porque Dios no excluye, por el contrario, Él incluye.

“El hombre contestó: ‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente, y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Lucas 10:27. No se puede servir a Jesús a nuestra manera, pues nuestra entrega tiene que ser ciento por ciento. Primero es necesario saber cuál es la voluntad de Dios, uno tiene que sacrificar, renunciar a uno mismo… Cuando se ama a alguien como a sí mismo, uno no maltrata, no traiciona, no desprecia, uno cuida, da lo mejor de sí para los demás, aunque esa persona quiera nuestro mal.

“¡Correcto! le dijo Jesús—. ¡Haz eso y vivirás!” Lucas 10:28. El Señor Jesús le dijo al hombre que había respondido correctamente, pero el hombre no había puesto en práctica lo que sabía. Él tenía duda sobre su salvación eterna. No es suficiente tener el conocimiento, hay que practicarlo.

El hombre quería justificar sus acciones preguntándole al Señor Jesús lo siguiente:” —¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió con una historia: –Un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino.

Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo.  Un ayudante del templo pasó y lo vio allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado”. Lucas10:29-32.

Ellos eran hombres religiosos, pero no eran hombres de Dios. No todas las personas son de Dios, pero no cabe en nosotros juzgar, sino solo podemos conocer cuando alguien es de Dios a través de sus frutos y no de sus resultados. Los frutos es lo que uno da, a través de una vida que se vive guiada por la Palabra de Dios, y quien encabeza los frutos del Espíritu Santo es el amor.

“Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él.  Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la posada y le dijo: ‘Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí’. Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por los bandidos?, preguntó Jesús”. Lucas 10:33-37.

Amar, tratar bien a las personas que nos quieren y que nos tratan bien es fácil, pero difícil es amar y relacionarse con aquellos que quieren nuestro mal. Cuántas veces, consciente o inconscientemente, nosotros despreciamos a estas personas cuando debería ser lo contrario. Todas las veces que perciba que usted no le cae bien a una persona, adquiera una Biblia y regálesela a esa persona. Dé la Biblia como regalo y perdone. La persona de Dios no obedece con el corazón, sino obedece por la razón.

¿Por qué se debe perdonar y tener misericordia de las personas que le quieren mal? Dios también tiene misericordia de nosotros.

El ser humano, por sí mismo, no es capaz de ser salvo, sino es salvo a través del Señor Jesús, porque Él entregó su vida por nosotros. Seguir y servir al Señor Jesús es un sacrificio y el amor de Dios es tan grande que entregó a su hijo por amor a la humanidad.

Recuerde que para todos aquellos que aman a Dios, todo coopera para el bien, aun cuando nuestros ojos puedan estar viendo que las cosas no van bien. Confíe y luche por lo principal que es su salvación eterna.

Dios les bendiga.

 

 

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