Dar pruebas del bautismo a través de los frutos

Muchas personas sinceras viven engañadas con respecto al bautismo del Espíritu Santo. Pensando que por el hecho de haber sido curadas, liberadas o agraciadas con algún milagro o que por su oración alguien logró la gracia, es suficiente para decir que fueron selladas por Dios.

Hay otras que están incluso más engañadas: son aquellas que hablan en lenguas extrañas. Sabemos que no todos los que hablan en lenguas son bautizados en el Espíritu Santo, pero todos los que son bautizados en el Espíritu Santo hablan en lenguas extrañas. ¿Por qué? La verdad es que el diablo siempre procuró imitar las cosas de Dios y el hablar en otras lenguas es muy fácil para él; de ahí, muchas personas que por alguna razón no fueron liberadas aún del poder de las tinieblas, están engañadas por los espíritus engañadores que les han hecho pensar que sus lenguas extrañas son de Dios. Pero, ¿cómo podemos saber si nuestra lengua extraña es de Dios o del diablo? Es muy sencillo, basta con examinar los frutos de la vida de la persona. ¡Son los frutos los que determinan si el árbol es bueno o malo!

¡Cuando la persona es bautizada en el Espíritu Santo manifiesta sus frutos, pero si no es, entonces jamás podrá manifestar los frutos del Espíritu!

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio.”

Gálatas 5:22-23

Si una persona se examina a sí misma y constata que esas cualidades le faltan en su carácter, entonces puede tener la más absoluta certeza de que el espíritu que en ella habita no es el de Dios.

También está claro, que la persona que fue bautizada en el Espíritu Santo, a veces, y debido a circunstancias momentáneas, puede enfadarse, irritarse o cosa parecida; no obstante, eso jamás será una constante en su vida, como ha sucedido con muchas personas que se dicen bautizadas y que hablan en lenguas, pero que su semblante está siempre decaído y triste, se enfadan con las mínimas cosas, son temperamentales y dan pésimo testimonio de su fe cristiana.

Ahora bien, el propio Espíritu de Dios viviendo en nosotros no permite que la tristeza sea constante porque Él mismo se encarga de consolarnos y confortarnos haciendo sobrepasar aquellos momentos difíciles.

La persona que es bautizada en el Espíritu Santo produce frutos de arrepentimiento, es pacífica y llena de amor, especialmente con aquellos que aún no conocen a Jesús como Señor y Salvador. Ella deja fluir naturalmente de su interior el carácter de Dios.

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