El alma y el Espíritu Santo (Parte 2)

Hay una batalla diaria siendo trabada y el resultado de esta deja en claro el contraste que existe entre la vida de quien es guiado por el corazón y la de quien es guiado por el Espíritu.

Hay una batalla diaria siendo trabada y el resultado de esta deja en claro el contraste que existe entre la vida de quien es guiado por el corazón y la de quien es guiado por el Espíritu. La nocividad del corazón (alma) va más allá́ de la imaginación humana y nos hace entender por qué el Señor Jesús dijo que: “… el espíritu está dispuesto, pero la carne [alma] es débil” (Mateo 26:41).

Por lo tanto, en el combate de la fe, le corresponde a cada cristiano guardar su corazón de las influencias del mundo y blindarlo con el pan diario de la Palabra de Dios. Esa es una tarea personal, intransferible e imprescindible para que podamos recibir nuestra herencia eterna.

Es importante destacar que, en esta ardua guerra, ni siquiera el propio Señor Jesús pudo vivir sin ser dirigido por el Espíritu de Dios. Para que Su Hijo pudiera servirlo aquí en la Tierra y hacer Su voluntad, el Altísimo hizo venir sobre Él la plenitud de Su Santo Espíritu. O sea, para guiar al corazón (alma) del Señor Jesús, Dios Le dio Su Espíritu. Al moverse, pensar y actuar bajo la influencia del Espíritu Santo, el Señor Jesús mantuvo Su pureza y perfección hasta la muerte. Solo así́, Él pudo servir como el Salvador de aquellos que en Él depositan su fe.

Y brotará un retoño del tronco de Isaí́, y un vástago de sus raíces dará́ fruto. Y reposará sobre Él el Espíritu del SEÑOR, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR. (Isaías 11:1-2)

Si el Hijo de Dios necesitó al Espíritu Santo en este mundo, ciertamente, Él es fundamental para nosotros también.

Continuará…

Libro: Secretos y Misteriosos del Alma

Autor: Obispo Edir Macedo

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