El alma y el Espíritu Santo

El espíritu humano es representado por su razón (que está en la mente); el alma humana está representada por el corazón (que está en el cuerpo); y el cuerpo, en su totalidad, es la materia que abriga al espíritu y al alma.

Cuando Adán le dio oídos a la voz de Eva (Génesis 3:17), se sujetó a su voluntad. Lo mismo ocurrió con relación a Abraham: “… Y Abram escuchó la voz de Sarai” (Génesis 16:2). Entonces, vemos que cuando la mente se somete al cuerpo, eso causa problemas.

El espíritu humano es representado por su razón (que está en la mente); el alma humana está representada por el corazón (que está en el cuerpo); y el cuerpo, en su totalidad, es la materia que abriga al espíritu y al alma.

Dios hizo al hombre perfecto al crearlo a Su imagen y semejanza. El espíritu humano se sometía a la voz del Espíritu de Dios. El cuerpo se sujetaba al alma y esta se sometía al espíritu humano; es decir, toda la complejidad del cuerpo humano se armonizaba con perfección para, más tarde, servirle de templo al Espíritu Santo. Sin embargo, con el pecado, la vida de la materia (ser humano) fue corrompida y perdió su estado original de perfección.

El espíritu perdió el control sobre el alma; sin embargo, continúa teniendo la capacidad de oír la voz de Dios y la de la conciencia.

El alma, a su vez, se posicionó como señora del cuerpo (materia) y se desvió hacia la realización de sus propios caprichos. Por su parte, la materia (cuerpo), a causa de las malas elecciones del alma, cosecha los frutos de la guerra entre el espíritu y el alma, confirmando así lo que está escrito:

Nuestra naturaleza carnal desea lo que está en contra del Espíritu y el Espíritu desea lo que está en contra de la naturaleza carnal. Los dos se oponen. Por eso resulta que ustedes no están haciendo lo que realmente quieren (Gálatas 5:17 PDT).

Hay una batalla diaria siendo trabada y el resultado de esta deja en claro el contraste que existe entre la vida de quien es guiado por el corazón y la de quien es guiado por el Espíritu. La nocividad del corazón (alma) va más allá de la imaginación humana y nos hace entender por qué el Señor Jesús dijo que: “… el espíritu está dispuesto, pero la carne [alma] es débil” (Mateo 26:41).

Por lo tanto, en el combate de la fe, le corresponde a cada cristiano guardar su corazón de las influencias del mundo y blindarlo con el pan diario de la Palabra de Dios. Esa es una tarea personal, intransferible e imprescindible para que podamos recibir nuestra herencia eterna.

Es importante destacar que, en esta ardua guerra, ni siquiera el propio Señor Jesús pudo vivir sin ser dirigido por el Espíritu de Dios. Para que Su Hijo pudiera servirlo aquí en la Tierra y hacer Su voluntad, el Altísimo hizo venir sobre Él la plenitud de Su Santo Espíritu. O sea, para guiar al corazón (alma) del Señor Jesús, Dios Le dio Su Espíritu. Al moverse, pensar y actuar bajo la influencia del Espíritu Santo, el Señor Jesús mantuvo Su pureza y perfección hasta la muerte. Solo así, Él pudo servir como el Salvador de aquellos que en Él depositan su fe.

Y brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y reposará sobre Él el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor(Isaías 11:1-2).

Si el Hijo de Dios necesitó al Espíritu Santo en este mundo, ciertamente, Él es fundamental para nosotros también.

Continuará…

Si le interesa lea también: El nuevo nacimiento rescata al alma (Parte II)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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