El mayor de todos los avisos (Parte II)

¿No habría, también, distinción entre los rebeldes y los obedientes a la Palabra de Dios, entre los salvos y los no salvos, entre los hijos de Dios y los hijos del diablo?

¿No habría, también, distinción entre los rebeldes y los obedientes a la Palabra de Dios, entre los salvos y los no salvos, entre los hijos de Dios y los hijos del diablo?

El ser humano tiene la libertad de rechazar la Palabra de Dios. Puede ser como una tierra mala que, aun recibiendo una lluvia generosa, produce espinos y abrojos (Hebreos 6:7-8), pero jamás podrá quejarse de su fin o incluso decir que Dios fue injusto.

He visto que mucha gente coloca la salvación en último plano. Son personas que usan la fe y se esfuerzan para alcanzar todos sus objetivos en la vida y, solo después, piensan en el destino de su alma. Dada la importancia del alma, ¿no deberían buscar la salvación en primer lugar?

Hay muchas personas dentro de las iglesias que son como el joven rico: colmadas de bendiciones, pero perdidas porque no están salvas. Para ellas, “lo único que les falta” se convirtió en el todo que les impide tener su nombre en el Libro de la Vida.

No me dejo engañar con iglesias llenas ni con muchos obreros y pastores, pues sé que pocos —realmente muy pocos— son los que toman su comunión con Dios en serio.

Gran parte de los conocedores del Evangelio cree que ser fiel a Dios de vez en cuando ya es suficiente para que Él quede “satisfecho”. Llevan una vida tibia y religiosa, y creen que, en el último instante, tendrán la oportunidad de arrepentirse y ser salvos. Ya oí a personas así decir que tendrán fuerzas para no negar al Señor Jesús si tienen que morir por Él. Difícil que eso sea verdad… Si no son fieles en vida, ¿cómo permanecerán firmes en la fe en el momento del peligro y de la muerte? Es difícil tener la muerte de un justo si la persona, conscientemente, opta por vivir en la injusticia.

La terrible declaración de que el fuego y el azufre torturarán almas perpetuamente no es una amenaza o una exageración de parte de Dios, sino una realidad para todos los que viven fascinados con este mundo, con sus encantos y con sus ilusiones. La condenación eterna es una realidad para aquellos que prefieren vivir en el pecado antes que vivir en la santidad de la presencia de Dios. Aman más al pecado que a la rectitud, más a la mentira que a la verdad, más a las tinieblas que a la luz.

Y este es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas (Juan 3:19).

Continuará…

Si le interesa lea también: El mayor de todos los avisos (Parte I)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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