El nacimiento de Jesús (Parte 1)

El nacimiento de Jesús (Parte 1)

La responsabilidad que Le fue atribuida por el Padre al Hijo fue abrazada por Él con amor y voluntariedad. El Señor Jesús Se presentó espontáneamente al sacrificio de la encarnación y muerte para salvar a los pecadores. Por eso Él descendió del Cielo, dando oportunidad de Salvación a aquellos que se perdieron del propósito de Dios.

Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados. Por lo cual, al entrar Él en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no has querido, pero un cuerpo has preparado para Mí; en holocaustos y sacrificios por el pecado no Te has complacido. Entonces dije: «He aquí, Yo he venido (en el rollo del libro está escrito de Mí) para hacer, oh Dios, Tu voluntad».

Hebreos 10:4-7

La vida del Señor Jesús en este mundo fue un constante combate contra Satanás. Aun siendo Dios Hijo, Él enfrentó, desde la más temprana infancia, los dolores de las persecuciones. Es común que el diablo use a muchos de sus hijos para hacerles la “guerra a los santos”, como está escrito en los capítulos 12 y 13 de Apocalipsis. Por eso, Abel fue asesinado; los descendientes de Abraham fueron odiados y esclavizados en Egipto; Israel sufre con todo tipo de rechazo y hostilidad hasta hoy; y la Iglesia del Señor Jesús, en todas las generaciones, es perseguida. Ese es el motivo de que continuemos en guerra.

Enseguida de Su nacimiento, el Mesías vio la cara cruel de las tinieblas presentándose ante Él a través del rey Herodes, que peleó para matarlo cuando aún era bebé (verifíquelo en Mateo 2:13-16). La fuga de José y María, llevando consigo a Jesús a Egipto, tenía por objetivo preservar Su vida.

Vemos, entonces, en la ira de un gobernante, el retrato de la ira del diablo. La personalidad de Satanás muestra que él luchará para matar y destruir, en todo momento, principalmente a aquellos que Le pertenecen a Dios. Por eso debemos ser conscientes de que, cuantos más amigos de Dios y más temerosos y fieles a Él seamos, más Satanás se opondrá a nosotros y se hará nuestro enemigo, promoviendo luchas, calumnias y aflicciones.

La ira de Satanás contra el Hijo de Dios continuó cuando Lo tentó en el desierto después de Su bautismo. Pero, al contrario de Adán y Eva que, cercados de comodidad y abundancia, no se resistieron a las palabras seductoras de Satanás en el huerto, nuestro Señor, con hambre y solo, venció a todas las propuestas malignas en medio del desierto.

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