El nuevo nacimiento rescata al alma (Parte 1)

Como sabemos, Adán y Eva andaban plenamente felices y en perfecta comunión con Dios en el jardín del Edén, hasta que probaron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, el cual el Altísimo había dicho que no comieran. Satanás incitó a Eva a probarlo, desafiando así la orden divina.

Entusiasmada por la falsa promesa —hecha por la serpiente— de que se tornarían más sabios y entendidos, Eva aceptó la oferta del diablo, comió́ del fruto y además le dio a su marido. Note que Eva fue engañada por Satanás, pero Adán pecó deliberadamente.

Y Adán no fue el engañado, sino que la mujer, siendo engañada completamente, cayó en transgresión. (1 Timoteo 2:14)

El hombre había escuchado, del propio Dios, las consecuencias de la desobediencia; por lo tanto, él era consciente de su pecado.

Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás. (Génesis 2:17)

Aunque la forma en la que el pecado fue concebido en cada uno haya sido diferente, vemos el deseo del alma prevaleciendo en ambos. Y fue justamente esa rebeldía del alma la que convirtió́ al pecado tan atractivo y deseado a sus ojos.

La caída de Adán y Eva cambió su condición drásticamente e hizo que la raza humana también sufriera los mismos efectos. O sea, por medio del hombre vino el pecado y, por medio del pecado, vino la muerte, tanto la física como la espiritual.

Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así́ también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron. (Romanos 5:12)

Así como Adán y Eva, todos los hombres sienten vergüenza, culpa y miedo de Dios. Por eso, el ser humano solo tiene un encuentro con Él después de mucho cansarse de huir de Su presencia. Por medio de la primera pareja, toda la humanidad nació́ desprovista de sus vestiduras de santidad y de luz.

Así como una rama muere al desprenderse de un árbol, el hombre murió́ espiritualmente cuando se distanció del Altísimo. En vez de perfectos hijos de Dios, todos los seres humanos nacen hijos de Su ira y sujetos a la maldición eterna, a causa del pecado cometido por Adán. Fue para librar de la muerte eterna y hacer la reconciliación entre el hombre y Dios que el Señor Jesús vino.

Continuará…

Libro: Secretos y Misteriosos del Alma

Autor: Obispo Edir Macedo

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