El único sentimiento de la fe

Como ya vimos, la fe genuina no puede estar apoyada en ninguna emoción. Sin embargo, si existe un sentimiento relacionado a la fe que debe ser aceptado y cultivado por nosotros es el de indignación contra el pecado y contra las amenazas y las afrentas del infierno.

La indignación a la que me refiero es la que nace justamente de una fe inteligente, que conoce, por medio de las Escrituras, la grandeza de Dios, Su poder, Su fidelidad y Su disposición en actuar por medio de Sus siervos y, por eso, no se conforma con las injusticias que ocurren en este mundo causadas por el diablo.

De este modo, no es posible que una persona tenga al mismo Dios de Abraham dentro de sí y que se acomode delante de la guerra entre el Reino de Dios y el reino de las tinieblas. ¡Es imposible que una persona sea bautizada con el Espíritu Santo, que posea la mente de Cristo y que, aun así, viva retrocediendo frente a las embestidas del diablo, que ha llevado a tanta gente al infierno!

La mayoría de las veces en las que Dios Se le reveló a alguien, ese manifestó una fe atrevida e indignada con la situación. La fe genera coraje y elimina todo tipo de acomodación, conformismo y pasividad. Por lo tanto, esa fe aguerrida es el combustible que trae respuestas, cambios y milagros. Cuando existe la indignación de la fe, los Cielos se mueven a nuestro favor, pues la indignación nos lleva al desafío, al todo o nada, a la vida o a la muerte. La fe sin indignación es lo mismo que una comida sin sal, es lo mismo que un día sin sol, que una noche sin estrellas y sin la luz de la luna.

Es necesario entender que nadie logra cambiar de vida ni vencer al infierno porque es buenito, porque es pastor, obrero o miembro de una iglesia. El cambio solo viene cuando existe una indignación verdadera, aquella que nos lleva al trono del Todopoderoso y nos hace partir hacia el sacrificio, para requerir un cambio.

Arde dentro de mí el hecho de creer en un Dios tan grande y ver cosas tan insignificantes siendo hechas para Él. Fue este sentimiento de indignación el que me impulsó a dejar todo para predicar el Evangelio. Estoy seguro de que, si Dios es grande, cosas grandes tienen que suceder. Pueden creer que soy petulante, pero, si en esta guerra espiritual el diablo coloca toda su fuerza para destruir a las personas, también tengo que dar todo de mí para el Reino de Dios. Indudablemente, tengo que marcar la diferencia.

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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