La belleza

En la primera epístola del apóstol Pedro tenemos una recomendación para las mujeres:

“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de gran estima delante de Dios.” 1 Pedro 3:3-4

En general, las mujeres se preocupan demasiado con su apariencia. El cuidado con el pelo; la ropa nueva; zapatos de moda; joyas; joyería; el gimnasio; para que el cuerpo esa bien torneado y saludable.

Todo eso es bueno, pero no es lo más importante. Dios, amiga mía, mira su belleza interior. Si usted permite que la morada de Él sea su corazón, la alegría será vista y contagiará a todos los que se acercan.

La palabra de Dios dice: “El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.” (Proverbios 15:13).

Amiga, el Señor desea darle esta hermosura, que es buscada hasta por las mujeres más bellas del mundo. ¿Cuantas de ellas son perfectas visualmente, pero por dentro están vacías, molestas, sin gracia y sin la presencia de Dios?

En todas las iglesias por las que pasamos, tuvimos la oportunidad de s conocer mujeres de Dios bellas interiormente. Dulces, amables y tranquilas, ellas transmiten paz a todos con los que conversan.

Uniendo lo incorruptible, significa vivir la fe sobrenatural, o sea, vivir en una dimensión de certeza y esperanza. Aún en las dificultades y problemas, ellas saben enfrentar todo con mucha seguridad.

Y saben continuar sus vidas sin conmociones, stress o depresión. Veamos lo que dice la palabra de Dios: “Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo, es la mujer hermosa y apartada de razón.” (Proverbios 11:22)

El secreto de ser bella está en la comunión con Dios, en las oraciones diarias, en la lectura de Su Palabra; en fin, está en entregarse totalmente en Sus brazos tiernos, pidiendo sabiduría en el hablar, en el andar y en el vestir.

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