La buena batalla (Parte 2)

La buena batalla (Parte 2)

En determinado momento, Pablo pasó de alta autoridad y perseguidor del Evangelio a perseguido e, incluso, prisionero de Roma a causa de su fe. Este fue el gran contraste de la vida del apóstol.

Su conversión al Señor Jesús y su entrega al ministerio le rindieron las mayores luchas de su vida. En uno de los períodos de detención de dos años, estuvo sujeto a dos soldados 24 horas por día. Pablo quedó bajo la custodia de la llamada “guardia pretoriana”, grupo de élite del ejército romano, que se relevaban en tres turnos para que algún guarda estuviera constantemente esposado junto a él. Las epístolas a las iglesias de Éfeso, Filipos y Colosas y al siervo Filemón fueron escritas en la prisión. En ellas, el apóstol, viviendo el dolor de la pérdida de la libertad, enseñó la verdadera espiritualidad, como la alegría de servir a Dios, la responsabilidad de la misión de predicar el Evangelio, la oración, el aprovechamiento del tiempo y de las oportunidades, entre muchos otros temas profundos de la fe cristiana. E, incluso sufriendo, solo deja trasparecer su condición cuando se identifica como “prisionero de Cristo Jesús” y “embajador de cadenas”.

Su testimonio de fe era tan verdadero que muchos de esos soldados, y también de los sirvientes del palacio e incluso conocidos cercanos al emperador, se convirtieron, como está escrito: “Todos los santos os saludan, especialmente los de la casa del César” (Filipenses 4:22).

El emperador, en ese período, era Nerón, uno de los hombres más crueles de la historia. Sin embargo, las personas que se rindieron a la Palabra predicada por Pablo no solo se convirtieron, sino que también mantuvieron su fe, incluso viviendo o frecuentando el lugar más peligroso del mundo para un cristiano: la “casa del César”. Eso significa que el apóstol nunca se limitó a las dificultades en las que vivía ni despreció las oportunidades que tenía; al contrario, hizo de su prisión – sea un calabozo o en prisión domiciliaria – una base del evangelismo, llegando a predicarles a los soldados del más alto rango, además de a los judíos, a los romanos e incluso a familiares del emperador. Sus manos, entonces, podían estar presas, pero su boca estaba libre para servir al Evangelio.

Por tanto, por esta razón he pedido veros y hablaros, porque por causa de la esperanza de Israel llevo esta cadena. Y ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido cartas de Judea sobre ti, ni ha venido aquí ninguno de los hermanos que haya informado o hablado algo malo acerca de ti. Pero deseamos oír de ti lo que enseñas, porque lo que sabemos de esta secta es que en todas partes se habla contra ella. Y habiéndole fijado un día, vinieron en gran número adonde él posaba, y desde la mañana hasta la tarde les explicaba testificando fielmente sobre el Reino de Dios, y procurando persuadirlos acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Algunos eran persuadidos con lo que se decía, pero otros no creían.

Hechos 28:20-24

Y quiero que sepáis, hermanos, que las circunstancias en que me he visto, han redundado en el mayor progreso del Evangelio, de tal manera que mis prisiones por la causa de Cristo se han hecho notorias en toda la guardia pretoriana y a todos los demás; y que la mayoría de los hermanos, confiando en el Señor por causa de mis prisiones, tienen mucho más valor para hablar la Palabra de Dios sin temor

Filipenses 1:12-14

continuará…

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