La formación de la iglesia Parte II

Dios nos dio su Espíritu sin medida, para qué lo dejáramos fluir en la vida de otras personas a través de nuestro vivir. Ese fluir por medio de nosotros, es posible, sólo cuando nos comportamos de manera de poder servir al Señor Jesús con el corazón abierto y repleto de alegría. El Espíritu dice por intermedio de Pablo:

“Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento, porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden…” 2 Corintios 2:14-15

El mundo tiene que ver y sentir al Señor Jesús a través de sus siervos y ésa es la mayor misión de la Iglesia. Por eso, el siervo bueno no se preocupa, sí servirá en la cocina, en la sala, en el quintal, o aún en el chiquero cuidando de los chanchos, pues su preocupación no es el lugar que ocupará entre los demás siervos, sino cumplir su tarea de la mejor manera posible.

La mayoría de las veces, el siervo está tan preocupado con su posición delante de los demás que se olvida u omite de hacer su obligación. El siervo que simplemente sirve es bueno y fiel, es aquel que comprendió lo que es ser siervo.

En una ocasión, Felipe dijo al Señor:

“…Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre, ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” Juan 14:8-9

Ésa es la misión gloriosa del Siervo Mayor, “quién me ve a mí, ve al Padre” y aquellos que sirven al Señor Jesús tiene la obligación de imitarlo. O sea, quién ve al siervo tiene que ver al Señor también.

Así cómo los hijos del diablo revelan a Satanás al mundo a través de un comportamiento satánico, el siervo del Señor Jesús lo revela a través de un comportamiento como el de su Señor.

Si los siervos se preocupasen mostrar al Señor Jesús en sus vidas, dando un buen testimonio, nunca habría competencia entre ellos y sabrían que cada uno tiene una función para desempeñar, que es la propagación del Evangelio en la Tierra.

“Al vencedor le concederé qué se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.” Apocalipsis 3: 21

Continuará…

Libro: El Señor y el siervo
Autor: Obispo Edir Macedo

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