La medición del santuario (parte 3)

El apóstol Pablo dijo esto de la siguiente manera: «¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?» (1 Corintios 6:2-3). Debemos conciencia izarnos de que ese juzgamiento separador ya pasa hoy por las filieras de los cristianos, siendo que el mal, los cristianos de papel, los convencidos y no convertidos y los cristianos del atrio, son dejados de lado y el sagrado permanece.

Nosotros podemos observar que las primeras cosas medidas son el santuario, el altar y los que le adoran. La única casa de Dios que ahora existe, actualmente, sobre la tierra, es su templo espiritual, es decir, la Iglesia del Señor Jesús. Las piedras vivas de que este templo espiritual es construido son los renacidos de entre judíos y gentíos, como está escrito: Copiar 1 Pedro 2:5.

En esta casa, el juicio es realizado primero y eso finalizado a través de la repentina retirada maravillosa, a través del arrebatamiento de esta tierra. Es así que el Espíritu Santo enseña a través de Pablo, diciendo: «Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:15-17).

“Al apóstol Juan le fue dicho: «Disponte, y mide el santuario de Dios, su altar, y a los que en aquel adoran…»

¿Quiénes son aquellos que le adoran? Se trata de los ciento cuarenta mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Este pueblo israelita que se convierte al Señor Jesús durante la Gran Tribulación y durante el dominio del anticristo, figuradamente es la base de Dios en la tierra. A través de la medición judicial, ellos son separados de los impíos de la misma manera como acontece hoy en la Iglesia Del Señor Jesucristo, cuando los verdaderos convertidos, aquellos que fueron realmente lavados en la sangre del Señor viven una vida limpia y separada de aquellos que no tienen nada que ver con la fe cristiana.

Los adoradores en el templo en Jerusalén no pueden ser los cristianos que forman parte de la multitud innumerable de entre todas las naciones y lenguas, pues estos tendrán que dejar su vida como mártires, víctimas de las atrocidades del anticristo. Estos adorarán al Señor Jesús en sus respectivos lugares: «Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años» (Apocalipsis 20:4).

Mientras que los judíos convertidos adorarán al Señor Jesús en el templo en Jerusalén. Como nosotros vemos, hay una posición distinta entre aquellos gentíos y estos judíos que se convertirán durante la Gran Tribulación. Los sellados de Israel durante la tribulación, serán guardados de la gran mortandad; ellos serán mantenidos para la plenitud de la redención y separados del atrio, que fue dado a los gentíos.

Continuará…

Si le interesa lea también: La medición del santuario (Parte 2)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

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