La obediencia- ¡Fe en acción! (Parte 1)

Éste es otro factor importante para la obtención de la fe genuina, capaz de transformar toda situación. Yo he enseñado que la fe es más una cuestión de obediencia a la Palabra de Dios. El Señor, naturalmente, no va a pedir algo que nosotros no podemos dar, pero hay una exigencia por parte de Dios hacia nosotros, y esta exigencia se llama fe, y nadie puede contribuir con su fe en Dios sin que el Señor lo ayude. Reafirmo que Dios no es incoherente en exigir algo imposible de nosotros; sin embargo, en lo que dice con respecto a la fe, nunca está de más asegurar que ella consiste en nuestra obediencia a Dios.

Veamos por ejemplo el caso de Abraham: la Biblia afirma que él creyó en Dios, y esto le fue imputado para su propia justicia (Génesis 15:6). Él creyó en Dios y esta creencia hizo posible una justicia delante de Dios. De hecho, Abraham tuvo una educación que no es aconsejada para nosotros, porque en su ciudad la idolatría era tan absurda, tan inmoral, que las personas, además de dar culto a los demonios, dedicaban el acto sexual en plena plaza pública. El coito era adorado por otras personas que asistían. Es lo que ha sucedido en nuestro mundo moderno, en nombre de la libertad y por medio de la televisión y el cine.

Abraham vivía en un ambiente sucio, inmoral y degradante; aún así, a causa de su creencia en Dios, fue considerado justo. Analicemos la prueba de su creencia: cuando Dios dijo: “Abraham: vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1); él, simplemente, obedeció la orden de Dios sin cuestionarla en absoluto. Imagine lector, si Abraham se dijese a sí mismo: “¿Quién es éste que me manda salir de mi tierra natal para una tierra lejana, de la cual no sé su nombre? ¿Cómo osa mandarme que abandone mi parentela, la casa de mi padre, mis propiedades, etc. sin al menos decirme quién es Él? Él dice que va a bendecirme, que va a hacer heredar la tierra a mi descendencia y que de mí saldrán reyes y tales cosas, si ni tengo heredero, y basta para ello que yo abandoné todo aquello que adquirí con tanto sacrificio…” Sin embargo, su creencia fue tan fuerte, que él no dudó, sino que obedeció. Y ésta fue la gran prueba de su creencia en Dios.

La fe y la obediencia andan de la mano. Donde hay fe, también hay obediencia. Ellas son almas gemelas. Nadie puede mostrar fe en Dios sin obedecer su palabra. Pedro, cuando vio al Señor Jesús andando sobre las aguas, dijo amedrentado: “Si tú eres el Señor, mándame ir hacia ti sobre las aguas…” Y Él dijo: “¡Ven!” Y Pedro, descendiendo del barco, anduvó sobre las aguas y fue hacia Jesús (Mateo 14:28,29). Pedro creyó en la palabra del Señor Jesús y como prueba de esto obedeció Su voz de mando. Inmediatamente, sabiendo que era el Señor quien hablaba, descendió de la barca y anduvo sobre el agua. Y mientras mantuvo los ojos de la fe fijos en el Señor, continuó andando por encima de las aguas. Sin embargo, a partir del momento en que fijó su mirada en las olas, dejó de ver con los ojos de la fe para ver con los ojos físicos y entonces su derrota fue total, pues inmediatamente comenzó a hundirse. Creo que este pasaje bíblico refleja bien los momentos que cada tanto pasamos. Y esto sucede debido a la inestabilidad de nuestra creencia en aquello que está escrito.

continuara…

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