El Espíritu Santo es el director general de toda la obra de Dios en este mundo.
Nadie, por más que sea consagrado o bendecido, puede considerarse el dueño de la Iglesia del Señor Jesús. Él mismo encargó a su Espíritu que dirigiese su Iglesia, diciendo:
“Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.” (Juan 16:13-14)
Por tanto, el Espíritu del Señor Jesús es el responsable directo de Su Iglesia, y Él usa a aquellos cuyos corazones le pertenecen y se someten a Su voluntad, no en base de la fuerza o la violencia, sino en la base del profundo amor y respeto a Su Palabra.
Convicción
Dijo Jesús con respecto al Espíritu Santo:
“Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:8)
Cuando la persona es bautizada en el Espíritu Santo, recibe una sensibilidad más depurada a la voz de Dios y puede percibir fácilmente cuando está en un camino equivocado o en pecado. Esto no significa que el Espíritu de Dios la obligará a desviarse de aquel camino pecaminoso, pero con toda seguridad Él la convencerá de su pecado y solamente ella tendrá que decidir el camino a seguir o qué hacer.
En el caso que ella reconozca su pecado y lo confiese a Dios, en el nombre del Señor Jesús, entonces el Espíritu Santo también la convencerá de que fue perdonada.
Regeneración y renovación
“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo…” (Tito 3:4-5)
Todos los que fueron sellados con el Espíritu Santo y creyeron, son regenerados, renovados para los propósitos divinos.
Continuará…
Libro: El Discípulo del Espíritu Santo.
Autor: Obispo Edir Macedo