La trampa diabólica

Existen millones de maneras usadas por el diablo con el fin de entorpecer el camino de aquellos que desean ardientemente vivir una vida de fe en las promesas de Dios. Creo que por más que nosotros intentemos traerlas a la luz, jamás lo conseguiremos, ya que depende mucho de cada uno. Yo sé que el diablo procura usar mucho más aquello a lo que nosotros estamos unidos. Es el caso, por ejemplo, de aquella señora que, después de sufrir tantos años en las manos de médicos, psiquiatras, macumberos, y de intoxicarse con medicamentos y somníferos, recibe el milagro en su vida a través de la fe pura y simple en el Señor Jesucristo. De ahí, ella pasa a vivir en la presencia de Dios y cada vez más procura hacer la voluntad del Señor dando testimonio de su curación maravillosa a cuantos encuentra. Y entonces surgen los problemas en su vida: el marido que comenzó a beber, el hijo que comenzó a andar en malas compañías, la prohibición del marido para que no vuelva más a la Iglesia, en fin, una verdadera ola de persecución intentando abatir su fe y desviarla del camino. ¿Qué es esto? ¿Y por qué sucede?

Verdaderamente, como las fuerzas infernales ya no pueden actuar más en aquella persona que recibió la plenitud del Espíritu Santo, entonces, actúan en las que la rodean, para que indirectamente puedan traerle preocupaciones y en consecuencia debilitar su fe.

Otra arma diabólica es el comentario que se hace con respecto al Pastor. Dígase de pasada que no existe nada más nocivo en el desarrollo del cristiano que las falsedades que las personas poseídas por los espíritus inmundos tejen con respecto a la obra de Dios, del Pastor, del Obrero, etc.

Realmente, los escándalos siempre existieron, existen y existirán, mientras el hombre esté vestido de carne. Con respecto a esto el Señor se refirió diciendo: “¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” (Mateo 18:7). Teniendo en cuenta el argumento del Señor Jesús con respecto a los escándalos, no debemos asustarnos cuando éstos suceden, ni tener en cuenta los malos procedimientos de algunos que apostatarán de la fe y traerán escándalos a la Iglesia del Señor Jesucristo.

A partir del momento que nos entregamos al Señor Jesús, debemos procurar y luchar con todas las fuerzas para preservar nuestra fe, vigilando para no dejarnos envolver con aquellos que están caídos, al margen de la vida cristiana. Por esta razón, debemos apegarnos con más firmeza a las verdades oídas para que de ellas jamás nos desviemos. (Hebreos 2:1).

Amigo lector que está encontrando gran dificultad en continuar sirviendo y en seguir al Señor Jesús, observe como ejemplo los héroes de la fe de la Biblia para enfocar su vida de acuerdo con la Palabra de Dios. Como dice el Salmo 119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino…”. Ésta es la verdadera receta para aquel que desea tener su vida basada en la Roca Eterna, que es el Señor Jesucristo.

Nunca, pero nunca, se apoye en la vida de otro, por más santo que sea o parezca; por más fe que tenga, siempre será sólo una persona tan falible como usted. Mire y confíe en las Palabras de Jesús y jamás caerá usted en una trampa del diablo.

Finalmente: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios…” (Efesios 6:10-17).

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