Hablaremos sobre el sacrificio de Dios cuando sacrificó a su Hijo por nuestros pecados en la cruz.

La voluntad de Dios

Hablaremos sobre el sacrificio de Dios cuando sacrificó a su Hijo por nuestros pecados en la cruz. Es por este sacrificio que aquel que crea en Él puede ser salvo y tener su alma redimida. Por lo tanto, mientras vivimos en este mundo, debemos llevar una vida que sea agradable a Dios de manera constante. Pase lo que pase, venga lo que venga, ocurra lo que ocurra, cueste lo que cueste.

Incluso, cuando ponemos en práctica lo que está establecido en la Palabra de Dios, triunfamos.

¿Cómo triunfamos?

La Palabra de Dios nos guía, “Pero quiso el SEÑOR quebrantarlo…” (Isaías 53:10). En otras versiones de la Biblia, la palabra “quebrantarlo” se reemplaza por “enfermarlo“, ya que en la cruz Jesús cargó con todas nuestras enfermedades.

La Palabra continúa, “sometiéndolo a padecimiento…” (Isaías 53:10). ¿A qué? Ninguno de los sucesos en la cruz con Jesús fue un plan humano ni del diablo.

Fue Dios mismo quien cargó con todas las maldiciones, pecados, enfermedades y males en la cruz para nuestra salvación.

En otras palabras, Dios entregó a Jesús como sacrificio por nuestros pecados, sometiéndolo al padecimiento.

Cuando Él se entrega a sí mismo como ofrenda de expiación… (Isaías 53:10), o en otras palabras, ofrenda de perdón.

Para referirnos al versículo cuando la Palabra dice “Cuando Él se entrega a sí mismo”, se refiere a que Dios no impone su voluntad a nadie, ni siquiera a su Hijo.

El Señor Jesús conocía la voluntad de Dios y el plan divino para nuestra salvación. Él tomó la decisión de someterse a Dios voluntariamente. Ahí radica la diferencia. ¿Cuántas personas conocen a Dios, han experimentado su poder, saben que tienen pensamientos, sentimientos y comportamientos en desacuerdo con Dios, pero insisten en vivir así?

Insisten en seguir sus propios pensamientos y sentimientos. Y ahí yace el fracaso humano. Porque cuando conocemos la voluntad de Dios y persistimos en la nuestra, seguramente fracasaremos.

Fracasaremos en nuestras relaciones matrimoniales, con nuestros hijos, con nuestros padres, con otras personas. Esto es lo que observamos en el mundo. ¿Por qué el mundo está cómo está?

Precisamente porque muchos insisten en vivir según su propia voluntad, haciendo lo que creen correcto. Pero al reflexionar sobre nuestras vidas, nos damos cuenta de nuestros fracasos.

Si paramos a considerar nuestros pensamientos y sentimientos actuales, nos percatamos de que estamos oprimidos por nuestra propia voluntad. Esta opresión se debe a que no vivimos conforme a la voluntad de Dios.

Cuando tomamos la decisión de entregarnos al Señor Jesús, Él nos libera, nos transforma, nos da un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Él nos capacita para perdonar.

La Palabra dice, “verá a su descendencia… prolongará sus días y la voluntad del Señor en su mano”(Isaías 53:10). Nosotros somos esa descendencia.

Una pregunta para reflexionar: ¿Conoces la voluntad de Dios para tu vida?

Inicialmente, debemos nutrir nuestra alma, meditar en la Palabra a diario para fortalecer nuestra fe. Debemos buscar y conocer Su voluntad para someternos a Dios, al igual que lo hizo Jesús.

La forma en que nos relacionamos con Su Palabra revela cómo nos relacionamos con Él. Si pasamos poco tiempo meditando en Su Palabra, es probable que no conozcamos Su voluntad y que fallemos al enfrentar situaciones donde necesitamos Su guía y sabiduría.

Meditar en la Palabra nos permite escuchar Su voz y seguir Su voluntad. Si leemos las Escrituras sin compromiso, es posible que no escuchemos Su voz y que no seamos fieles a Él y a Su Palabra.

Vivir de acuerdo con la voluntad de Dios implica compromiso. Así como nos comprometemos con otras áreas de nuestra vida, como los estudios o el trabajo, debemos comprometernos con la voluntad de Dios. Esto implica practicar el perdón, orar por nuestros enemigos, honrar a Dios con lo que le pertenece, entre otras cosas.

Sacrificar nuestro ego, orgullo y prepotencia son acciones que nos llevan a la victoria o al fracaso. Nuestro éxito depende de seguir la voluntad de Dios. Las decisiones que tomamos, las tentaciones que enfrentamos y las pruebas que atravesamos revelan si priorizamos la voluntad de Dios o no.

Por ejemplo, todos hemos recibido un talento. Usted tiene talento. Todos poseen talento.

Ha visto que hay personas que, a pesar de tener deficiencias físicas, logran desarrollar el talento recibido. Pues una deficiencia física no puede limitar a una persona, ya que ese talento fue dado por Dios. Por lo tanto, no hay excusa.

Muchas personas se preguntan: “¿Dónde está Dios?” La presencia de Dios se percibe, al menos, en el aire que respiramos, en el sol, en la luna, en las estrellas, en la naturaleza. Por lo tanto, no hay excusa para menospreciar la voluntad de Dios y para no prosperar. Deje de lado lo que usted desea.

Comience a orar, y pregúntele a Él: “Señor Jesús, Espíritu Santo, ¿qué deseas de mí?”

Porque es fácil decir: “Señor, quiero esto, necesito esto. Las Sagradas Escrituras nos recuerdan: “Entonces me llamarán, y no responderé…” (Proverbios 1:28).

Esta es la respuesta para aquellos que se preguntan por qué Dios no ha respondido a sus oraciones. Es porque usted no lo ha escuchado y no desea hacerlo. De ahí proviene el fracaso.

La obediencia viene de uno mismo, y nadie más puede hacerlo por usted. Usted debe buscar a Dios.

Recuerda, Dios no quiere que fracases. Él nos da el Espíritu Santo para fortalecernos y dar testimonio. Vivir conforme a Su voluntad implica compromiso, obediencia y fidelidad a Su Palabra.

Finalmente, es fundamental meditar en la Palabra de Dios, buscar Su dirección y estar dispuestos a obedecerle en todo momento. La relación con Él es responsabilidad de cada uno, y solo al vivir de acuerdo con Su voluntad podremos encontrar éxito y plenitud en nuestras vidas. Confía en Dios, busca Su guía y permite que Su voluntad prospere.

Por esta razón, Él nos otorga el Espíritu Santo para que no fracasemos y para que podamos dar testimonio de Él.

¡Dios le bendiga!

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