Obediencia a la visión Celestial

Cuando la persona es obediente a la visión espiritual, es direccionada y guiada por medio de la Palabra de Dios. Esta es la confirmación del Espíritu Santo, que orienta sobre las decisiones que se necesitan tomar, sobre el camino que se debe caminar y sobre la conducta ante ciertas circunstancias que no dan cabida al error o al fracaso. 

No es una casualidad que usted este leyendo este mensaje de fe ya que el propio Dios quiere incluir, a todos los que le permitan, en Sus infinitos y perfectos planes. Pero, para que estos planes se realicen en la vida de la persona, tiene que haber obediencia hacia Su Palabra. Cuando no hay obediencia, esta actitud refleja la falta de creencia. Pero, ¿por qué muchos no creen? El motivo es porque la persona se entregó y se rindió ante ciertas situaciones y/o dificultades. Pero, cuando se oye a la Palabra de Dios, se logra entender que uno tiene que vivir por la fe. Si existe la disposición en obedecer la Palabra, el propio Espíritu Santo guía al individuo a tomar posesión de lo que está escrito. 

Por ejemplo, Dios le dijo a Abraham que los planes que tenía para Él serían mayores que los planes o deseos personales de Abraham. Él sólo quería un hijo, pero Dios quería darle más que un hijo. Pero, para que Dios pudiera realizar Su voluntad en la vida de Abraham, él tuvo que renunciar a sus deseos limitados y priorizar los planes de Dios que son ILIMITADOS, pero Abraham tuvo que elegir. Dios no impone Su voluntad en la vida de nadie, ya que cada persona tiene el libre albedrío para elegir lo que se quiere en la vida. Abraham creyó en lo que Dios le había prometido realizar en su vida. 

“…No fui desobediente a esa visión celestial…” (Hechos 26:19).

En este verso se logra ver que cuando uno cree en lo que Dios prometió, uno alcanza, lo principal, la salvación del alma, pero, en medio de este mundo perdido y destruido, la persona vive obediente a la visión celestial. En los Planes de Dios no existen frustraciones. Cuando se vive de acuerdo a la visión celestial, no hay apego o expectativas en nada o en nadie, ya que nada en este mundo es seguro o permanente. 

Cuando se recibe esta visión celestial, la mente y el corazón están en lo que es lo celestial y no se vive apegado al dinero o a la familia porque ella no depende de nada o nadie, sino de Dios. Al tener el corazón en Dios, existe la disposición de obedecer a esa visión y hacer lo que fuese requerido para materializarla en la vida de la persona. La visión celestial es tener una vida que va más allá de lo que es planeado, sino de vivir conforme a la obediencia a su Palabra. 

¿Cuántas personas no asisten a una iglesia, pero sus vidas no cambian? El motivo de esto es porque, mientras no exista un cambio interior, no habrá un cambio en lo exterior y en lo material. El fracaso del ser humano se deriva por la falta del conocimiento de Dios, la falta de comunión con Él y la falta del Espíritu Santo en sus vidas. Esto vuelve al ser humano a ser más propenso a vivir en la ignorancia espiritual y conforme a sus propias voluntades, deseos y planes. La acción de Dios en su vida dependerá de su entrega a Dios. No recibirá nada grande en su vida si no tiene la estructura en conquistar cosas grandes. 

“Sobre este tema tenemos mucho que decir, aunque es difícil explicarlo, porque a ustedes lo que les entra por un oído les sale por el otro. En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros, y sin embargo necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales de la Palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido”. (Hebreos 5:11-12).

Dios les bendiga

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