Saludos (Parte 2)

La salvación es un don gratuito de Dios a aquellos que le han aceptado en el corazón; no teniendo, sin embargo, ningún valor para aquellos que le han despreciado. Aquellos, sin embargo, que le han abrazado por la fe pasan a formar parte del Reino de Dios, constituídos como sacerdotes del Altísimo.

Sacerdote es aquella persona escogida por Dios de entre los hombres y constituida en las cosas concernientes a Dios, en favor de los hombres (Hebreos 5:1). De ahí, todos aquellos que tuvieran sus vidas redimidas por la sangre del Señor Jesús pasarán automáticamente a condición de sacerdotes de Dios, independientemente de la posición que ocupan dentro de la iglesia; pudiendo ser desde un simple miembro como un apóstol. Es exactamente esa posición que el Señor Jesús nos coloca delante de Dios-Padre. La persona puede ser la más vil pecadora en la faz de la tierra, la más oprimida y endemoniada, pero a partir del momento en que ella se rinde a la salvación ofrecida gratuitamente por Dios a través de su fe exclusiva en el Hijo de Dios, entonces ella pasa inmediatamente a la condición de sacerdote del Altísimo, que es la posición más privilegiada que el ser humano puede alcanzar. Siendo así, el Señor Jesús libertó a Su pueblo del imperio del pecado e hizo de él un reino en que todos son sacerdotes.

«He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén» (Apocalipsis 1:7).

Esa profecía realza a dos de los ángeles en la ascensión del Señor: «Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo mientras Jesús subía, de repente junto a ellos se pusieron dos hombres vestidos de blanco, los cuales dijeron: Varones galileos, por qué estáis mirando hacia el cielo. Ese Jesús, que de entre vosotros fue recibido en la cima en el cielo, así vendrá del mismo modo como le visteis subir» (Apocalipsis 1:10-11).

«Yo soy el alfa y la omega, principio y fin, dice el Señor, Aquél que es, que era y que ha de ser, el Todopoderoso» (Apocalipsis 1:8).

Esa declaración del Señor Dios expresa Su autoridad suprema e incuestionable sobre toda la historia, su principio, su fin y todo su recorrido. Significa que nada, absolutamente nada acontece en todo el universo sin que sea de Su conocimiento y permisión. todo lo que acontece en el universo está bajo Su control.

Continuará…

Si le interesa lea también: Saludos (Parte 1)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

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