La lectura bíblica (Parte 1)

La Biblia afirma que: “Sin leña se apaga el fuego…” (Proverbios 26:20), y nosotros podemos añadir que sin lectura o conocimiento de la Sagrada Escritura es imposible recibir una medida de fe mayor. El Espíritu Santo nos amonesta que “la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). Está claro que, si yo no sé la voluntad de Dios para mi vida, ¿cómo tendré fe o certeza para hacer Su santa voluntad?

Uno de los grandes problemas para las personas al leer o al intentar leer la Biblia es que no consiguen entender casi nada de aquello que leen. Realmente, esto es común al principio de la vida cristiana. Nosotros leemos capítulos y más capítulos y muy poco aprendemos de su enseñanza. Lo primero que debemos hacer antes de leer la Biblia, es suplicar al Espíritu Santo que nos conduzca y guíe, abriendo nuestro entendimiento espiritual, para que aprovechemos al máximo el mensaje de la Palabra de Dios para nosotros. No debemos desanimarnos si de la lectura de algún pasaje no obtenemos la debida comprensión. Ciertamente, el Espíritu Santo ha de guiarnos a toda la verdad y hará nacer dentro de nosotros una fe sólida, capaz de mover las montañas que se nos presentan cotidianamente. Con el paso del tiempo, la persona terminará acostumbrándose al vocabulario bíblico y su vida irá ajustándose al plan divino.

Me acuerdo perfectamente que cuando me encontré con Dios, mi vida se transformó por completo y la Biblia pasó a ser un libro vivo y palpitante. Diariamente por la noche, antes de dormir, leía tres o cuatro capítulos: dos capítulos del Antiguo Testamento y uno o dos del Nuevo Testamento. Es claro que a la mayoría de los versículos no los entendía mucho y en algunos casos absolutamente nada, pero no por eso dejaba de leerlos. Muchas veces cuando me encontraba con las genealogías y también con las leyes concernientes a los sacrificios, para mí era un verdadero motivo de desánimo, pues en aquellos asuntos no tenía ni la más mínima noción de su significado. Lo que sucede con nosotros es que, cuando no entendemos las cosas, dejamos de interesarnos por ellas. Hoy, gracias a Dios, el conocimiento que tengo se debe al hecho de mi tenacidad en la lectura de la Biblia, incluso en aquellos pasajes difíciles, que ahora me traen gozo espiritual. Por lo tanto, amigo lector, si usted no entiende lo que está leyendo en la Palabra de Dios, continúe, porque más tarde o más temprano los frutos han de aparecer, pues el Espíritu Santo vela sobre Su Santa Palabra noche y día, para que no se pierda ni una sola de sus buenas promesas.

continuara…

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