¿A quién le interesa la destrucción de la familia? (parte 2)

¿A quién le interesa la destrucción de la familia? (parte 2)

4. “El padre y la madre no se deben meter en las voluntades de los hijos”. Este engaño del mal ha llevado a muchos jóvenes a caminos prácticamente irreversibles. Además, contraría a uno de los Mandamientos más poderosos del Decálogo: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da” (Éxodo 20:12).

Este es el primer Mandamiento con promesa, pero las personas lo han ignorado. Al establecer el respeto entre hijos y padres, el SEÑOR muestra que, en la Tierra, ellos Lo representan, por eso la irreverencia, la desobediencia y la grosería contra los padres son consideradas pecados. Quien se rebela contra aquellos que los creó, en realidad, se rebela contra el propio Dios. Pero no es eso lo que muestran las películas y las series de TV.

Cada vez más, en la ficción, los hijos buenos y obedientes son vistos como bobos y dejados atrás. Por otro lado, los padres son vistos como autoritarios, opresores y retrógrados. Y con la repetición constante de esa imagen distorsionada en la TV, en internet e incluso en los libros, el diablo ha alcanzado su objetivo.

En muchos países, este pensamiento está tan difundido que las personas son incentivadas a denunciar a los padres que intentan corregir a sus hijos incluso con pequeños actos de corrección. Por lo tanto, está habiendo un intento desenfrenado, y quizás sin vuelta, de darle un fin a la autoridad de los padres sobre los hijos y de transformar a la familia en una gran confusión.

Está explícito que la cultura moderna trabaja para que la educación familiar sea cada vez más liberal y genere una relación de igualdad entre padres e hijos, oponiéndose al Mandamiento Divino de que los hijos deben honrar y obedecer a sus padres. Cuando se quita la autoridad en el seno familiar, se debilita la capacidad de los padres de poner límites, creando, así, una generación debilitada, que no sabe lidiar con las frustraciones. Un simple “no” o un rechazo en la escuela ha sido suficiente para provocar traumas, fobias, abandono escolar, rebeldía, venganza e incluso asesinatos en masa.

Claro que la obediencia a la que nos estamos refiriendo debe estar dentro de lo que es correcto, porque, si los padres ordenan que el hijo haga algo malo, como mentir o cometer otros errores, eso no debe ser considerado

5. “¡Usted es libre para hacer lo que quiera y nadie tiene nada que ver con eso!” Esta es una típica frase que, aunque suene muy bien a los oídos y agrade al corazón, es totalmente ilusoria. Dios le regaló al ser humano el libre albedrío, dándole la perfecta libertad; no obstante, le enseñó a ejercerla con temor y responsabilidad:

No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará (cosechará). Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Gálatas 6:7-8

El diablo, sin embargo, predica la libertad inconsecuente, que no evalúa lo que los actos humanos pueden generarle al propio hombre y a su prójimo. ¿Quién no oyó ya la famosa filosofía de la “felicidad inmediata”, tan difundida por personas influyentes, que dice: “¡Viva el ahora y sea feliz!”? En otras palabras: “No importa lo que usted esté haciendo, ¡si eso lo/la deja satisfecho/a o feliz, siga adelante!” ¡Pero eso es un tremendo engaño! Pues las personas están yendo en búsqueda del placer usando la libertad para vivir en el libertinaje moral, en los vicios, en la promiscuidad, en la mentira y en toda clase de pecados, sin pensar en las consecuencias futuras. Muchas tragedias han sucedido debido a esto, como los crímenes pasionales frecuentemente informados, culminando con el peor de todos los resultados: la pérdida de la Salvación del alma.

Y lo peor de todo es que, aun cometiendo muchas “tonterías” y sufriendo bastante, muchas personas aún dicen con orgullo: “¡No me arrepiento de nada, pues hice todo lo que me dio la gana!”. Los pensamientos diabólicos como estos no expresan ninguna inteligencia o coherencia, no tienen sentido, pues suscitan dolor y logran hacer que el ser humano pierda la visión del cuidado que se debe tener con el destino de su alma. Con sus mentes contaminadas por la enseñanza del diablo en estos últimos tiempos, una multitud camina como una manada rumbo al sufrimiento eterno.

6. “Todas las creencias agradan a Dios”. Con el mensaje de que todos los caminos conducen a Dios, el diablo ha difundido la idea del pluralismo religioso, que es completamente antibíblica. Cada día, presenta una puerta más ancha, mientras que la verdadera “Puerta” para llegar a Dios, que es Jesús, continúa siendo estrecha (Mateo 7:13-14). Las Escrituras son claras al anunciar que solamente por medio de la fe en el Hijo de Dios hay Salvación: “Jesús le dijo: Yo Soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Juan 14:6).

Este pensamiento de que todas las creencias o todos los caminos conducen a Dios converge en otro semejante, que es el ecumenismo. En nombre del respeto, de la tolerancia y de la igualdad en el campo de la fe, muchas personas se han empeñado en unir creencias y religiones bajo la alegación de que deben poseer los mismos principios y propósitos. La falacia es tan grande que en algunos lugares se torna ofensivo predicar la Biblia como esta es.

El ecumenismo gana fuerza y agrada tanto a la sociedad porque es fundamentado en el ideal de la “paz mundial”. No obstante, Dios nunca estableció la paz y la unión como meta o recompensa para el cristiano, y mucho menos estimuló la búsqueda de esos objetivos a cualquier precio. La verdadera unidad consiste en la Alianza del ser humano con Dios. Y el vínculo que sustenta esa unión es el Espíritu Santo, que nos torna miembros de la Familia Divina. Aquellos que viven esta unión espiritual con el Señor priorizan los principios de la fe, se mantienen separados del pecado y son obedientes a la Palabra de Dios. Además, por tener la naturaleza de lo Alto, no viven con hostilidades, sino que, naturalmente, transmiten la paz y la alegría que vienen del Padre.

7. “La igualdad económica es la solución para la miseria”. Este es otro pensamiento difundido por ahí. No obstante, Dios nunca estableció la nivelación económica como principio social. Al contrario, dio autonomía para que cada uno desarrolle sus talentos por medio del propio trabajo. Es decir, cada persona debe sembrar y cosechar los frutos de su esfuerzo. Así, la uniformidad entre las personas no pasa de ser una gran injusticia. No vemos en la Biblia ese tipo de principio, ¡al contrario! Al mostrar, en diferentes versículos, la existencia de personas de clases distintas, entendemos que la sociedad, desde tiempos remotos, no es uniforme. En lugar de eso, cada uno, desde siempre, come el fruto de su propio sudor. El apóstol Pablo llegó a decir que aquel que no trabajara, por ociosidad, debería perder el privilegio de comer junto a los demás (2 Tesalonicenses 3:8-12).

La Palabra de Dios nos estimula a ejercer la misericordia y la compasión para con los que están afligidos, no negándole a quien lo necesita el alivio de su sufrimiento (Deuteronomio 10:17-19; 24:10-22; Santiago 1:27). Por lo tanto, debe existir una cooperación entre clases, y no una división entre ricos y pobres, siervos y extranjeros, viudas y huérfanos. Los registros más antiguos no solo ya mostraban los diferentes niveles sociales, sino que también estimulaban el desarrollo de la comunidad y el progreso de todos por medio del trabajo diligente.

Dios tampoco nunca fomentó huelgas, peleas o el apoderamiento del patrimonio de los demás, mucho menos nos enseñó a mirar al otro como “opresor” o rival, pues eso produce separación y desorden. No obstante, ¿no es eso lo que se ha propagado hoy? En vez de que el trabajador honre a su patrón y vea en él a alguien que le posibilita una oportunidad de crecimiento, pasa a nutrir bronca por él. Hay una proliferación de prácticas en el mundo que desestimulan el trabajo y el desarrollo en nombre de una política asistencialista.

Continuara…

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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