A quién le interesa la destrucción de la familia (parte3)

A quién le interesa la destrucción de la familia (parte3)

Los pensamientos como estos generan personas débiles y victimistas, que culpan a todo y a todos por sus fracasos y se comportan como pobrecitas, en vez de tener ánimo y fuerza para luchar por el propio crecimiento.

¿Dónde, en la Biblia, Dios insinúa que el ser humano es un pobrecito y que, por eso, ¿necesita compasión de los demás? ¡De Génesis a Apocalipsis recibimos una inyección de fe para enfrentar cualquier dificultad y vencer! El propio Creador enseña, en la parábola de los talentos, que la igualdad es una injusticia grosera, por eso, Él mismo, en esa ilustración, distribuyó de forma diferente Sus dones. Vea esa narración del Señor Jesús en la que Él muestra la historia de un señor que les concedió una determinada cantidad de talentos a sus tres siervos (Mateo 25:14-30).

Ese señor caracteriza al Todopoderoso. Los siervos representan a las personas y los talentos son las habilidades, la fuerza y la inteligencia que cada persona recibe para servir, crecer y perfeccionarse en la vida.

Podemos ver, en esta parábola, virtudes como la justicia y la bondad, pues Dios no deja a nadie desprovisto de talento. Él les da a todos, sin embargo, no de acuerdo con lo que quieren, sino conforme a la “capacidad” de cada uno. Aunque haya diversidad en la capacidad de los siervos, aun así, todos tienen condiciones para multiplicar lo que el Altísimo dio. Si no fuese así, los siervos de la parábola no habrían recibido los talentos. Pero, al contrario, vemos que ningún siervo volvió con las manos vacías. Consecuentemente, no hay razón para que haya complejos de inferioridad, pues no existe, en este mundo, una sola persona incapaz e inútil.

Por lo tanto, no hay falla en la repartición Divina, pues la sabiduría de Dios es perfecta: cada siervo recibió de acuerdo con su capacidad, siendo que ninguno de ellos quedó sobrecargado o de lado. Frente a eso, conforme a la habilidad individual, el primer siervo obtuvo cinco talentos; el segundo, dos talentos; y el tercero, un talento.

Para entender lo que cada uno de ellos recibió, necesitamos comprender lo que significa un talento.

En los días del Nuevo Testamento, un talento era considerado una unidad de intercambio. Su valor dependía de su material. Cuanto más noble, más valioso. El talento de oro, por ejemplo, era más noble que el de plata o el de cobre. Como información, en el caso de esta parábola, los talentos podrían haber sido de plata, pues la palabra griega “argyrion” (Mateo 25:18) puede significar “dinero” o “plata”.

Originalmente, un talento era una medida de peso de alrededor de 26 kilos, pero hay traductores y comentaristas que usan la cantidad de 34 kilos como un precio razonable de trabajo. Con el tiempo, el talento se tornó una moneda, que valía cerca de 6 mil denarios. Eso muestra que un talento adquirido equivalía a aproximadamente 16 años y medio de trabajo para un operario o un soldado de infantería. Por lo tanto, podemos considerar que el valor de los talentos confiados a los siervos de esta parábola era grande. Cinco talentos, en este caso, pueden representar mucho más que una vida entera de salario.

Luego de dar los talentos y regresar “después de mucho tiempo” (Mateo 25:19), el señor de los siervos mostró que arreglaría cuentas con ellos, tarde o temprano. De igual modo, habrá un día de rendición de cuentas a Dios, cuando Él llame a cada uno para explicar cómo usó los días de su vida, su salud, su inteligencia, sus habilidades particulares, sus conocimientos, su memoria y todo lo demás que recibió en pro de Él y de las personas.

Vea que el Señor nos confía Sus talentos a nosotros, pero también nos convoca para una rendición de cuentas con Él. El primer y el segundo siervo trabajaron y lucharon con osadía, por eso lograron multiplicar lo que recibieron y fueron recompensados. Por otro lado, el tercer siervo se mostró malo y negligente. A diferencia de los demás, se rehusó a empeñarse y juzgó a su señor como a un hombre cruel y fallo. Frente a eso, fue considerado malo. Allí está el peso de esta parábola. Este siervo fracasó, porque no vio el talento como un privilegio, así como no vio a su señor como un hombre justo. Fue indolente y perezoso, prefiriendo enterrar el regalo que recibió antes que esforzarse para multiplicarlo. Y, al final de todo, además le atribuyó su fracaso a su señor, y no a sí mismo. Su castigo, entonces, fue perder todo, y además ser condenado por su señor. En el sentido espiritual, ese siervo fue indolente para con los talentos dados por Dios y no Lo consideró como un Justo Juez. Así, perdió incluso la Salvación.

Muchos que piensan tener poco se juzgan insignificantes y se omiten de la responsabilidad de actuar con diligencia. Así, pasan la vida reclamando y culpando a los demás por sus derrotas. Sin embargo, esta parábola enseña que somos los únicos responsables por el uso de los dones que adquirimos. Y lo que proporcionará nuestro éxito o fracaso es el esfuerzo o la indiferencia mediante aquello que recibimos.

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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