Características del Trigo

1 – Auténtico. Esta es su característica más significativa. El trigo es verdadero, sincero, de una sola palabra. Si es “sí”, es “sí”; si es “no”, es “no”. Su vida es un libro abierto, pues es transparente en todo; a fin de cuentas, el Espíritu de Dios es quien habita en él. Además, su luz brilla de tal modo delante de los hombres que glorifica al Padre celestial en sus actitudes e incluso ilumina a quien está a su alrededor (Mateo 5:14-16).

2 – Humilde. El peso de los frutos hace que el trigo se incline. Cuantos más frutos del Espíritu Santo haya en el trigo, más se disminuye delante del Señor y reconoce la grandeza de Dios en su vida. El trigo se ve tan solamente como un bisturí, o sea, un instrumento en las Manos de un cirujano, que es el Altísimo. Vea que, en una cirugía exitosa, el paciente siempre dirige sus elogios al médico cirujano y nunca al bisturí, a la pinza o a la tijera que fue usada. De igual modo, el trigo reconoce que necesita estar siempre bien afilado y esterilizado para ser usado como herramienta por su Creador.

3 – Perseguido. Como el Señor Jesús, el trigo fue, es y siempre será perseguido, sea por aquellos que están fuera o por aquellos que están dentro de las iglesias, pues sigue firmemente las huellas de su Señor (Juan 15:18-21). Dentro de las iglesias, el trigo es perseguido por la cizaña, que se muerde de envidia al ver los frutos del trigo llenando los graneros del Reino de Dios. Por no aceptar quedarse para atrás, la cizaña se torna una aliada del diablo para intentar perjudicar al trigo.

4 – Disciplinado. A partir del momento en el que es incluido en la Vid Verdadera, que es la Iglesia o el Cuerpo del Señor, el trigo pasa a vivir en perfecta armonía con los demás miembros y, sobre todo, con el Cabeza, que es Jesús. El nacido de Dios considera las correcciones como “aceite de la justicia”, es decir, una ayuda para sí mismo. Entonces, aquello que impulsa al trigo a crecer y a seguir adelante son las reprensiones de aquellos que quieren su bien.

Que el justo me hiera con bondad y me reprenda; es aceite sobre la cabeza (…)

Salmos 141:5

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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