Carta a la iglesia de Laodicea (Parte 1)

«Y escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: he aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación d Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desaventurado, miserable, pobre ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas» (Apocalipsis 3:14-18).

En cada una de las siete cartas del Apocalipsis, el Señor Jesucristo recibe un título y descripciones diferentes; y, en cada caso, esos elementos se suplican en especial a la iglesia que está siendo dirigida. Y así que cuando el Señor se refiere a Si mismo como el Amén para la iglesia de Laodicea está queriendo decir que incluso a despeito de toda su riqueza o condiciones financieras para adquirir a través del dinero todo aquello que sus ojos físicos desean, aún así, solamente el Señor Jesús ha de conquistar la plenitud y la eternidad de la vida. La palabra amén significa así sea; pero Amén, con letra mayúscula trae el aval del Señor Jesús para tantos como mantienen su fe en Su Persona. En el Señor Jesús nosotros siempre encontramos el sí de Dios; en Él hay garantí de respuesta del Dios-Padre. El Señor Jesús es el Amén para tantos como en Él creen de todo corazón. Ese Amén significa también que cualquiera que sea la religión que la persona profese cualquiera que sea su fe, nada va a cambiar en relación a su vida y aquello que Dios ya determinó en Su Palabra o ninguna salvación eterna ella alcanzará si esa fe no estuviese exclusivamente en el Amén. Todo lo que el ser humano quiere y desea de Dios depende del Amén. El Amén es la única puerta de entrada en la presencia de Dios; quien quiere que dese entrar en la presencia del Dios-Padre, tiene que pasar por el Amén, que es Dios-Hijo.

A pesar de que el Señor Jesús no menciona la idolatría, el comer de cosas sacrificadas a los ídolos y la práctica de la prostitución como hiciera con otras iglesias, aún así, las censuras por parte de Él para con esa iglesia son tan fuertes e incisivas, que Él llega al punto de afirmar que está pronto para vomitarla de Su boca.

Continuará…

Si le interesa lea también: Carta a la Iglesia de Filadelfia (Parte 4)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

Share This Post

More To Explore