El nuevo nacimiento rescata al alma (Parte II)

En Adán, el ser humano es solo alma viviente; pero, en el Señor Jesucristo, se torna espíritu vivificante, pues es regenerado y puede volver a vivir en comunión espiritual con el Todopoderoso.

En Adán, el ser humano es solo alma viviente; pero, en el Señor Jesucristo, se torna espíritu vivificante, pues es regenerado y puede volver a vivir en comunión espiritual con el Todopoderoso.

Por lo tanto, aunque algunas personas tengan un cuerpo saludable, coman, beban y se diviertan, a los ojos de Dios, pueden ser cadáveres espirituales. Aquellos que no experimentaron el nuevo nacimiento son considerados por Dios como muertos en sus delitos y pecados:

Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2:1-3).

Fue sobre eso que el Señor Jesús habló con Nicodemo, que era un hijo de la religión, pero no un hijo de Dios.

Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo Le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: «Os es necesario nacer de nuevo» (Juan 3:3-7).

Es importante destacar que, mientras una persona no nace de nuevo, su cuerpo está gobernado por su corazón, que es engañador y perverso. Ser regenerado por el Espíritu Santo es recibir la capacidad de que su espíritu sea dirigido por el Espíritu de Dios. Consecuentemente, usted pasa a ser una criatura espiritual viviendo en un reino espiritual.

Para los espirituales, la Palabra (que es Espíritu y vida) es suficiente y capaz de convencerlos respecto a la voluntad de Dios. Esta le aconseja a nuestro intelecto, el cual guía a nuestra alma en la administración de nuestro cuerpo.

El cuerpo no tiene elección. Siempre se someterá al alma, tanto para lo que es bueno como para lo que es malo. Por otro lado, el alma tiene la libertad de aceptar o no la dirección del espíritu humano y del Espíritu de Dios, pues la voluntad divina nunca le fue impuesta al hombre. La inteligencia humana le avisa al alma cuando algo está mal; aun así, el alma lucha por imponer su voluntad.

Las personas enfrentan muchas enfermedades y problemas por tener un alma indomable. Unas comen de más mientras que otras comen de menos para alcanzar un determinado modelo de cuerpo.

Se divierten mucho, viven una vida desenfrenada y tienen vicios; el resultado es el insomnio, el agotamiento y la debilidad física. Eso muestra que, cuando el alma gobierna al cuerpo sin la dirección del Espíritu de Dios, induce al cuerpo al error; pero, cuando el Espíritu de Dios guía al alma, Él conduce toda la vida de la persona al centro de la voluntad de Dios, al equilibrio y a la sensatez.

Esa es la gran diferencia entre el alma que es espiritual y el alma que es carnal. El alma redimida está sujeta a la voz del Espíritu de Dios, al paso que el alma perdida es rehén de las codicias del corazón engañador.

Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne [alma carnal] sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1).

Continuará…

Si le interesa lea también: El nuevo nacimiento rescata al alma (Parte I)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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