El Señor y el siervo parte III

De acuerdo con la ley mosaica, un esclavo hebreo necesitaba trabajar seis años para tener derecho a su libertad. Entonces, su señor era obligado a darle alguna recompensa para que pudiese dar reinicio a su vida por sus propios medios.

La sexta, era por auto-venta. Una persona podía venderse voluntariamente con el fin de escapar de la miseria, pero, aun así, después de seis años podía quedar libre. En este caso, tampoco la persona salía con las manos vacías, pues su señor tenía que darle alguna compensación.

Muchos sean propuestos servir al Señor Jesús sólo para huir de una vida de miseria o del lago de fuego eterno. Mientras que algún tiempo más tarde se «redimen» de su servidumbre al Señor Jesús y buscan en la ley del mundo el derecho de algunas migajas para comenzar a vivir libremente.

La séptima y última forma era por medio del rapto. En la ley de Moisés, raptar a una persona y reducirla a la esclavitud era una ofensa castigada con la muerte. Los hermanos de José, por ejemplo, se tornaron culpables de ese crimen y por eso temieron mucho las consecuencias.

Cualquiera que fuese la forma de la adquisición del siervo (a través de la compra, como el pago de una deuda, prisionero de guerra, etc.), no tenía ningún derecho, solamente obligaciones y eso excluía salarios o cualquier tipo de recompensa. Los señores daban comida, agua y tiempo apenas para dormir con el propósito de recomponer las fuerzas de los siervos para el trabajo diario, lo demás era sólo servir. No había hora límite de trabajo, y tenía que estar disponible para servir a su señor a toda hora y en cualquier momento.

Jesús sólo es Señor de los que le sirven.

Continuará…

Libro: El Señor y el siervo
Autor: Obispo Edir Macedo

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