El Séptimo Sello (Parte 1)

«Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto» (Apocalipsis 8:1-5).

Si la apertura de los seis sellos anteriores fue importante, imagine la apertura de este séptimo, pues de él vienen las siete trompetas y enseguida las siete tazas de la ira de Dios. De manera que ese séptimo sello abre un qué de acontecimientos, aunque mucho más importante que los anteriores. Tenemos un paralelo en el Antiguo Testamento, pues, así como los hijos de Israel tuvieron que dar la vuelta por día en torno a la ciudad de Jericó durante seis días, y en el séptimo día siete vueltas, para qué entonces sus murallas cayesen, así también aconteció con Job: sus amigos vieron que el sufrimiento era tan inmenso que se quedaron sentados callados junto a él durante siete días.

La apertura de ese sello nos lleva a meditar en la infinita paciencia de Dios, cuando procura prolongar Sus juicios para dar a los hombres más tiempo para pensar, y así volverse a Él, el Creador. Muchas veces haya que la justicia divina demora mucho, pero la verdad es que Dios no tiene placer en la muerte del impío, y entonces Él guarda pacientemente que las personas se conviertan de sus malos caminos. Es lo que el Espíritu Santo habla a través del apóstol Pedro, cuando dice: «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Es muy probable que esto esté principalmente relacionado con la primera y principal consecuencia de la apertura del séptimo sello. Si no, veamos: «Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, oye el silencio en el cielo cerca de media hora». Quiere decir: no es exactamente media hora, más cerca de media hora. Esa cerca de media hora puede tener un sentido muy especial por dos motivos:

  •  En el cielo, en la Eternidad, no se cuenta con normas de tiempo. Aquí el tiempo pasó y todo es eterno presente. Aquí está Aquél que era, qué es y que ha de ser.
  • Esa cerca de media hora puede significar el siguiente cálculo: la Gran Tribulación dura siete años y corresponde a la septuagésima (70 a.) semana de años de Daniel. Una semana de años tiene siete años, pues cada día representa un año; esa septuagésima (70 a.) semana corresponde a los siete años de tribulación. Media hora es 48 avos del día, o, en este caso, del año. Como el año bíblico es contado como año lunar de 360 días, de ahí llegamos a siete días y medio.

Continuará…

Si le interesa lea también: La Gran Tribulación (Parte 2)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

 

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