Fue así en el pasado

La Tierra Prometida no fue un regalo. A pesar de que su promesa estuviera garantizada, tuvo que ser conquistada por medio de la guerra. Eso costó muchas vidas, costó esfuerzo; después de todo, la presencia de Dios con ellos no significaba que la jornada sería fácil o que serían eximidos de luchar, de gemir y de confrontar a los enemigos. Sin embargo, a medida que los hijos de Israel daban un paso adelante, más se apoderaban de aquel espacio.

Hoy en día no es diferente. Conmigo no ha sido diferente. Tan cierto como Dios existe, sé que Él está conmigo. Sin embargo, nunca, jamás y en ningún momento encontré facilidades en mi camino. Usted mismo conoce por lo menos a una persona que me odia gratuitamente, ¿no es así? Sufro hostilidades, sarcasmo y presión de todos lados debido a mi fe.

No obstante, hace muchos años, un bello día, reclamé de eso, diciendo: “Señor, todo ha sido muy difícil para mí. Tú sabes por quién lucho y no están ocultos a Ti mis objetivos. ¿Por qué tantas barreras de injusticias?” En aquel mismo instante, el Espíritu Santo respondió: “La lucha es grande, pero la victoria es segura”. Inmediatamente, recobré las fuerzas y me lancé al todo o nada. Después de todo, no tenía ni tengo nada que perder.

Por lo tanto, va un recadito a mis perseguidores: ¡voy a vencer! Y cualesquiera que sean los impedimentos para intentar impedírmelo, servirán de apoyo a mis pies para subir más alto todavía. Y, si mi Señor permite que ustedes me maten, ¡sepan que las semillas plantadas fructificarán mucho más que cuando estaba vivo!

Lo que no puedo hacer es cojear entre la fe y las emociones, si no pierdo no solo mi ministerio, sino también la Salvación de mi alma. Porque la fe aguerrida e intrépida conserva la vida eterna, mientras que la fe acomodada conduce a las derrotas, a la caída y a la muerte.

Veo a esa fe como un escudo para nuestra defensa en este mundo de conflicto espiritual. Antiguamente, el escudo era un equipamiento obligatorio en las guerras, porque, cuando el enemigo levantaba su espada, el medio seguro para que el soldado se defendiera era levantando su escudo.

Ahora imagínese si, en el momento más importante, aquel guerrero descubriera que su escudo era de plástico o de cartón, ¿cómo podría protegerse? La fe emocional, desarrollada por muchos cristianos, ha sido como ese escudo inútil que no los protege contra los ataques del diablo. A la menor señal de problemas, esas personas descreen de Dios, se desaniman, huyen de la lucha y, consecuentemente, se tornan un triunfo para Satanás.

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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