La entrega del alma (Parte I)

Muchos recurren a Dios en busca solo de Sus favores, pero la bendición que quiero y Le suplico a Él no es que usted tenga solamente sus necesidades terrenales atendidas. Mis oraciones van mucho más allá, pues la vida de una persona no consiste en los bienes que posee, en su salud o en su éxito familiar y económico.

Tener la bendición de Dios significa tener el Espíritu de sabiduría, el Espíritu de discernimiento y el Espíritu de temor a Dios que habita en nosotros. Tener la bendición de Dios es tener a Dios envolviendo nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, de forma que la imagen del Señor Jesús sea reflejada a través de nosotros a las demás personas. Tener la bendición de Dios es tener la certeza de la salvación del alma todos los días latiendo en nuestro interior. ¿Eso es difícil? No, no es difícil. Sin embargo, muchos hacen que eso sea imposible al querer imponerle a Dios que realice sus sueños personales antes que sus necesidades espirituales.

Yo oro para que el Espíritu Santo abra su entendimiento, o sea, sus ojos espirituales ante las verdades expuestas en este libro. Sé que sus ojos físicos están abiertos, pero tal vez sus ojos espirituales estén ofuscados a causa de las peticiones de su carne y de este mundo.

Son esos fuertes deseos e inclinaciones —como el materialismo, las vanidades, las tentaciones de sexo ilícito y el orgullo— los que tanto asedian al alma y hacen que muchos sucumban en la fe.

Entonces, que el Espíritu de Dios abra su mente para que usted conozca el real estado de su alma y, así, batalle por su salvación.

Cuando el Señor Jesús estuvo aquí, les habló insistentemente a las personas sobre el Reino de los Cielos, diciendo:

El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. El Reino de los Cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró (Mateo 13:44-46).

Esa Palabra continúa viva y nos alcanza para mostrar que tanto el hombre que encontró el tesoro escondido como el buscador diligente de perlas vendieron todo lo que tenían para tomar posesión definitiva de aquel gran hallazgo. Eso quiere decir que quien reconoce el valor inestimable de la salvación es capaz de renunciar a todo para obtenerla.

Por otra parte, aquellos a quienes el Evangelio aún no les fue revelado no tienen el deseo de sacrificar por la salvación de su propria alma. Por eso, no todos valoran el tesoro y la perla, pues existe quien quiera el Cielo y existe quien quiera hacer su propia voluntad.

Continuará…

Si le interesa lea también: La alegría de Dios por un alma

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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